La ausencia de espacios institucionales en el Frente de [email protected] que nos permitan dirimir civilizadamente nuestras diferencias me obliga a expresar públicamente algunas posiciones que preferiría difundir de manera interna. Dicho sea de paso, es indispensable construir esa orgánica para garantizar la perdurabilidad del Frente articulando espacios democráticos donde superar nuestras distintas miradas, ya que nuestra consigna fundamental es “la unidad en la diversidad”.

Hoy es innegable que nuestro Frente está atravesando un momento de tensión a raíz de las distintas posiciones ante el preacuerdo con el FMI por la descabellada deuda que contrajo el macrismo. 

Ya es conocido el nivel de desquicio que tenía la Argentina en el momento en que el Frente se hizo cargo del gobierno del país. Lo sabíamos desde antes. Por eso a todes nos pareció genial la táctica electoral de Cristina para sacar a la derecha del gobierno. 

Alberto inició su gobierno muy consciente de la situación que debería enfrentar, y comenzó con algunas marchas y contramarchas y con algunos desajustes de gestión propios de todo nuevo gobierno. Cuando comenzaba a asentarse, se desató en el mundo una imprevisible pandemia, cuyos resultados ya conocemos. Sí me parece importante recordar que entre otras cosas hubo que reconstruir el sistema de salud, destrozado luego de cuatro años de neoliberalismo. Se llevó adelante una excelente campaña de vacunación, pero esto no alcanzó. 

Se perdió la elección de medio término, e increíblemente la misma derecha que arrasó y endeudó al país se volvió a posicionar como alternativa electoral para el 2023. A partir de allí, salieron a la superficie diferencias políticas en el interior del Frente, que hasta ese momento eran subterráneas. 

Sin duda, la última causa que divide aguas es qué posición se debe tomar ante el preacuerdo con el FMI que se va a tratar en el Congreso. Allí podría darse la paradoja política de que fuera votado por parte de la oposición y no por parte del oficialismo, lo que objetivamente debilitaría al gobierno. De hecho, lo empujaría a tejer acuerdos con parte de la derecha parlamentaria para darse gobernabilidad. O sea que aquellos que desde el oficialismo rechazan el acuerdo “por izquierda”, empujaría a nuestro gobierno a derechizarse para pagar “favores”. 

No soy economista, pero por lo que he leído, el FMI nos presta durante dos años para que le paguemos algo que tanto ellos como nosotros sabemos que es impagable, y a cambio no nos exige ninguna reforma estructural regresiva. Sin embargo, en dos años tendremos una nueva oleada de gobiernos populares en Chile, Colombia, Brasil, Honduras, que van a cambiar favorablemente la relación de fuerzas regional con el FMI. Si pensamos que a la incertidumbre que nos trajo la pandemia, se suman ahora los efectos imprevisibles de la guerra en Europa del Este, solo podemos concluir que en el mundo actual dos años son una eternidad. 

Tenemos la obligación de ejercer nuestro espíritu crítico ante cualquier desvío del gobierno, pero no nos enredemos en la telaraña del puro tacticismo sin estrategia, porque eso siempre es funcional irremediablemente a la derecha. No olvidemos que éste, con sus luces y sus sombras, es nuestro gobierno, y que si no se gana en 2023, su reemplazante será el neoliberalismo, con un toque de neonazismo. 

Lo que aquí digo no compromete a ninguna organización. Es la humilde opinión de un socialista, militante de la izquierda popular, integrante del Frente de Todes. 

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/405600-el-preacuerdo-que-divide-aguas

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