Con una careta de Alberto Fernández y un micrófono en la mano, Juan Grabois se pasó las semanas previas a las elecciones recorriendo barrios populares de la Ciudad y provincia de Buenos Aires. Trasladó a la política una técnica de psicodrama para que vecinos porteños y bonaerenses le dijeran en la cara al Presidente lo que piensan de su gestión. “Fue una forma de catarsis”, explica el dirigente del Frente Patria Grande, sobre las asambleas que aglutinaron a unas 400 personaspor jornada .
En diálogo con PáginaI12, Grabois cuenta qué se expresó en los barrios. También explica por qué al Gobierno “le hizo muy bien perder las elecciones”, rescata el cambio el Gabinete, cuestiona el sesgo “gorila” que existe sobre los planes sociales” y critica el programa que busca transformarlos en empleo registrado. De cara al futuro, marca la importancia de procesar las tensiones internas en unas PASO en 2023 y asegura que «si fuese Presidente, no acordaría con el FMI”. Por último, responsabiliza del asesinato de Lucas González a “los promotores del gatillo fácil” y señala que están, incluso, en el oficialismo.
— ¿Cómo fue la experiencia “Escuchar y cambiar el Rumbo” que realizaron en los barrios?
–Fuimos con los compañeros con la careta de Alberto. Hicimos asambleas de dos horas. Se juntaban 400 personas promedio. Vecinos no organizados y gente organizada. Los escuchamos y al final los candidatos nuestros pedían el voto.
–¿Qué le dijeron los vecinos al Presidente?
–Algunos estaban muy enojados, otros agradecidos. El 80 por ciento eran pedidos, no quejas. Tampoco hubo grandes gestos de amor. Sobre todo, pedidos: tierra para vivir, cloacas, educación, una salita de salud. Cosas que son obvias, pero que no tienen una planificación. Lo sistematizamos en un video de 30 minutos y esta semana nuestros diputados se lo van a llevar al Presidente para pedirle una devolución.
–¿Cómo evalúa el resultado electoral?
–Nos vino muy bien la derrota en las PASO. Nos merecíamos esa derrota y nos merecimos la remontada en las generales. Lo positivo es que cambió el rumbo del Gobierno. Aunque todavía no se materializó, hubo un cambio de actitud. Se endureció el discurso con los factores de poder como los formadores de precios y el FMI. Cambiaron los funcionarios y el Gabinete ahora tiene gente con mayor experiencia. Te puede gustar más o menos, pero es sólido, tiene más volumen que el anterior. Creo que valió la pena la discusión posterior a las PASO porque se asumió la gravedad de la situación política.
–¿Fue un acierto la carta de Cristina Kirchner?
–No hay que reducirlo solo a la carta. Ésa fue la expresión más explosiva, pero hubo un montón de planteos previos de muchos sectores. Capaz no habría hecho falta, si en la previa se hubiesen procesado políticamente las diferencias. Por ejemplo, con unas PASO. Pero estamos mucho mejor de lo que parecía hace tres meses y tenemos la posibilidad de llegar a 2023 con una coalición firme, con sectores claramente delimitados para que vayan a una interna. El único escollo ahora es cómo se resuelve la deuda con el FMI.
–¿Y cómo debería resolverse?
–Hay cuestiones de distinta índole, una tiene que ver con los 20 años del 20 de diciembre. Nuestra generación se formó políticamente en la crisis del 2001, que fue consecuencia directa de la política vinculada a las reestructuraciones de deuda. Se formó luchando contra el blindaje y el megacanje, puteando al FMI. Y no va a aceptar mansamente cualquier acuerdo. Eso va a generar mucha tensión. Hasta el mejor acuerdo posible va a ser malo. No existe un buen acuerdo.
— ¿Es viable no llegar a un acuerdo?
—Sí, es posible. Si yo fuera el Presidente, no haría ningún acuerdo con el FMI.
–Es una postura marginal dentro del Frente de Todos. El consenso mayoritario es que hay que lograr una renegociación con el mejor programa posible.
—Es un error del Frente de Todos. Como hay un consenso mayoritario en no hacer una reforma agraria, en no nacionalizar el litio y otros minerales raros. Es un gran error. También hay consenso en no nacionalizar los puertos. El FdT tiene muchos grandes errores de orientación estratégica, pero sigue siendo el frente político de las mayorías. Uno de los grandes errores es no abordar la deuda como una cuestión de la más alta política internacional. Como parte de las luchas por la liberación de los pueblos pobres del mundo. Argentina podría haber sido el país que acaudille a todas las víctimas de esta política. Tiene una carta muy importante, lidera el ranking de deudores del FMI. Se perdió la oportunidad de ser el sepulturero del Fondo Monetario.
–En síntesis, ¿no hay que pagarle?
–Argentina no debería hacer un acuerdo que implique pagar la totalidad de los 45 mil millones de dólares. No hay que pagar un solo dólar que se haya vendido para financiar la formación de activos en el exterior. Ese dinero ingresó violando el estatuto del FMI y eso tiene que ser parte de la negociación. Yo no creo en el sometimiento a un orden injusto porque “es lo único que se puede”. Mis vecinos y compañeros sufren porque su dirigencia se somete constantemente a un orden injusto. Sufren porque alguien dice que el desarrollo de la Argentina se va a lograr explotando Vaca Muerta. Y eso lo dice el 90 por ciento del FdT. Yo ahí lo único que veo es el desarrollo de prostíbulos, casinos y falopa. Y también algunos laburantes de altos ingresos. No veo que haya generado grandes oasis de bienestar en la Patagonia. Veo despoblamiento del campo, la destrucción del ambiente, el crecimiento de las villas y asentamientos. Hay un sistema de fondo con el que nosotros no estamos de acuerdo, que combatimos y esperamos el día de mañana convencer a la fuerza mayoritaria del FdT para que tomemos otro camino.
–¿Está de acuerdo con la idea de Institucionalizar el FdT para dar estos debates?
Si, pero no es tan fácil. Hay que encontrar la ingeniería para que todas las corrientes de opinión estén representadas, pero fundamentalmente la militancia y el electorado. Y hay que utilizar ese mecanismo tan bueno que son las primarias. Es bueno desde el punto de vista de la movilización de la militancia en las elecciones. En los lugares en donde hubo PASO hubo mejores resultados que donde no hubo.
–¿Cómo está la convivencia entre los movimientos sociales y La Cámpora?
– En principio, hay muchas diferencias entre los propios movimientos. Nosotros tenemos una concepción muy particular, distinta a la de otras organizaciones. Mientras haya necesidades, el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) se va a movilizar, pelear y discutir con cualquier institución estatal. Esté gobernada por La Cámpora o el macrismo. Hay otros movimientos que son políticos-sociales que participan directamente de la política como el Movimiento Evita. Ninguna visión es mejor ni peor, son distintas tácticas. Obviamente, entre todas las agrupaciones político-sociales del FdT hay una disputa de hegemonía y se llevan muy mal porque se la pasan disputando.
– El ministro de Desarrollo de la Comunidad bonaerense, Andrés Larroque, plantea que el esquema de planes sociales es una política derivada del neoliberalismo. ¿Cómo lo ve?
–Eso no quiere decir nada. Una derivación del neoliberalismo es que exista cualquier tipo de política social, porque antes del neoliberalismo existía el pleno empleo. La economía popular es una derivación del neoliberalismo. Es una estupidez pensar que el pleno empleo se resuelve por decreto de la ideología de uno. En Argentina hay 14 millones de personas en edad de trabajar que no tienen empleo registrado. Y lo que llaman planes sociales son un millón. Es barato estar en contra de los planes sociales. Es fácil y quedás bien con todo el mundo, total nadie sabe bien qué son.
–El cuestionamiento viene por el lado de que el Estado no debería tercerizar la función social.
–Sí, el famoso problema de la intermediación. La doctrina peronista, que no es neoliberal, está fundada en el concepto de comunidad organizada. Perón definió la comunidad organizada como algo instrumentalizado por las organizaciones libres del pueblo que eran por definición organizaciones intermedias entre el Estado y la sociedad. No puede haber peronismo sin comunidad organizada. Lo que es liberal, liberalismo clásico, es la relación directa Estado-ciudadano, que no existan las organizaciones intermedias. Lo que veo es que cada grupo se inventa un relato que reafirma su propia base de poder. Es una mezcla entre una chiquilinada y un narcisismo liberal que impide la construcción colectiva.
–¿Está de acuerdo con la política de transformar planes sociales por lo que se denomina empleo genuino?
–Decía que hay 14 millones de personas en edad de trabajar que no tienen un trabajo en relación de dependencia registrado. Y que hay un millón de planes sociales. ¿Qué hacemos con los otros 13 millones? ¿Los vamos a cagar? ¿Sólo le vamos a dar trabajo a los planeros? Hay una concepción gorila y prejuiciosa que afirma que existe un grupo de gente vaga que recibe planes sociales y que además es víctima de unos señores muy malos que los manipulan. Son sucios, vagos, peronchos y neoliberales a la vez. A esos planeros, nadie los quiere, pero son los que después les llenan los actos. Ahora, esos planeros supuestamente van a ser salvados por algún señor de la política, a través de un proceso mágico llamado conversión de planes sociales en empleo genuino. Eso requiere que primero se generen un millón de empleos genuinos. Extraordinario. Si lo logran me parece muy bien, pero la creación de empleo no depende de que se le transfiera el miserable monto que reciben los compañeros que cobran el Potenciar Trabajo al empleador. Crear un empleo requiere de una inversión muy alta, una inversión de 30, 40 millones de pesos. No es problema de 15 mil pesos.
El crimen de Lucas González
–¿Qué análisis hacés del asesinato de Lucas?
–Está relacionado con el clima que generan los pistoleros y promotores del gatillo fácil. Los hay de todos los colores, también en el Frente de Todos. Envían mensajes violentos, en una sociedad asustada, que son reproducidos por los grandes medios de comunicación y que generan un clima de libertinaje en las fuerzas de seguridad. Por eso actúan en un modo cada vez menos profesional. A lo que se suman prácticas de vieja data de violencia institucional.
– ¿Cómo se aborda un tema tan complejo como la inseguridad, la violencia urbana?
–Requiere un abordaje absolutamente diferente al actual. Tiene que ser lejano al palabrerío del progresismo descafeinado, que está lejos de las problemáticas del pueblo, y al oportunismo de los promotores del gatillo fácil que lucran políticamente con el sufrimiento de las víctimas. La experiencia nuestra trabajando con liberados y liberadas demuestra que se puede terminar con la reincidencia a partir de la inserción en cooperativas de la economía popular. 7 de cada 10 delitos violentos son cometidos por personas que pasaron por algún tipo de contexto de encierro. Es decir, al menos pisaron una comisaría. Si el Estado cuando los libera realizara un seguimiento para garantizarle un puesto de trabajo, no habría prácticamente reincidencia y la reducción del delito sería significativa.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/384217-juan-grabois-si-fuera-el-presidente-no-haria-un-acuerdo-con-