Desde París
Un silencio poco habitual envuelve el coche número 9 del Tren de Alta Velocidad (TGV) que va de Niza, en la Costa Azul, hasta París. Es el fin del mes de agosto que marca el final de las vacaciones, la vuelta al trabajo y el reinicio de las clases. Esta vez, sin embargo, se respira una pesadumbre colectiva que nada tiene que ver con la nostalgia por dejar el paraíso del mar atrás y volver a la ciudad. Solo una pareja joven con una niña de tres anos habla en voz baja sobre lo que los demás pasajeros callan. Ella le dice a su compañero: «estoy angustiada. No sé qué será de nosotros, si podremos seguir viviendo en París, conservar el trabajo y pagar todas las cuentas. Todo está muy caro y siento que va a ser peor». El hombre le acaricia la cabeza, le da un beso en la frente y le susurra algo en el oído. Muchos de los pasajeros de ese tren pensarán lo mismo. ¿Qué nos espera? Estrategia de comunicación previa a las próximas medidas o sincero retrato de la situación, el presidente francés, Emmanuel Macron, habrá contribuido a aumentar la preocupación de los franceses ante un presente de adversidades múltiples y un futuro tembloroso. El pasado miércoles 24 de agosto, en el Consejo de Ministro, quien se había definido hace unos meses como «un optimista de la voluntad» cambió de registro. El jefe del Estado, a lo largo de un discurso de 15 minutos ante sus Ministros retrató «el gran trastorno del mundo» sintetizando el fin o el agotamiento de tres pilares: «el fin de la abundancia, el fin de la despreocupación, el fin de las evidencias». El primer fin, el de «la abundancia, atañe las materias primas y todo aquello «que nos parecía perpetuamente disponible» como, por ejemplo, el agua o, en campo de las finanzas, los créditos inmobiliarios a tazas mínimas (entre 3, 5 y 4 por ciento) y hasta el dinero a tazas negativas.
«El fin de la despreocupación»
«El fin de la despreocupación» se refiere antes que nada a la guerra que volvió a sacudir a Europa, es decir, la invasión rusa de Ucrania y la guerra que se prolongó durante más de seis meses. En cuanto «al fin de las evidencias», para Macron se trató de admitir que la democracia liberal ya no es una aspiración global sino que está amenazada por la emergencia o la tentación de apostar por regímenes autoritarios antes que por el liberalismo parlamentario. «Nuestra libertad tiene un costo», dijo Macron como una manera de anticipar los aumentos y los sacrificios que vendrán con el invierno. Varios Ministros y parlamentarios conocidos también desplegaron en los medios elementos de lenguaje similares de los cuales trasciende un mundo gris, amenazado, un futuro lleno de fines y rupturas. «Nos dirigimos hacia la crisis más grave que Francia haya conocido después de la Segunda Guerra Mundial» (1939-1945) dijo en una entrevista con el semanario Le Point el líder centrista François Bayrou, quién agregó: «no creo que esta crisis pueda ser superada sin un gran esfuerzo nacional». Por el momento, ese «esfuerzo nacional» parece recaer únicamente sobre los trabajadores. No se han evocado medidas para las clases más pudientes y, en lo que toca a la crisis energética, muy poco dirigido hacia las grandes industrias. Alguien del gobierno habló de limitar el uso de los jets privados sin que ninguna otra autoridad siguiera sus intenciones. Los muy ricos seguirán volando y los menos ricos entrarán seguramente en una fase de reducción del consumo energético.
Los datos y el clima no alientan el optimismo. Fin parcial de la pandemia y de los desajustes que provocó, guerra en Ucrania, previsibles políticas de austeridad para reducir el consumo energético (la famosa «sobriedad energética»), falta de hidrocarburos, sequía histórica e inflación son la realidad que espera a millones de personas que regresan de las vacaciones durante las cuales, al menos quienes habían cerrado los ojos, se sumergieron en el territorio del espanto: los desarreglos climáticos provocaron una de las canículas más fuertes y extensas de la historia así como el incendio de decenas de miles de hectáreas. Ahora sí entendieron que el cambio climático no era una metáfora ecologista sino una maza repentina que podía provocar tragedias e inmensos estragos.
Temperaturas
Este otoño e invierno las temperaturas de las estufas serán seguramente limitadas o reguladas hacia abajo para compensar las consecuencias de la crisis energética. La inflación no será una novedad. Los precios de los productos básicos de la canasta familiar llegaron a cumbres repentinas antes mismo de que la guerra en Ucrania se arraigara y desencadenara los problemas y la inflación mundial que desató. Aumentó considerablemente la nafta y el gobierno tuvo que recurrir a subsidios o a negociaciones con las grandes petroleras para controlar los precios. El otro gran aumento, el de la electricidad, no tardará en llegar, incluso si el 70 por ciento de la energía que se consume en Francia proviene de las centrales nucleares. La guerra en Ucrania no despeja en nada las arenas movedizas, y ello mas allá de Francia. A principios de julio de 2022, el presidente ruso Vladimir Putin advirtió: «si se sigue recurriendo a una política más intensa de cara a las sanciones (contra Rusia) ello podría acarrear consecuencias aún más graves, incluso catastróficas, para el mercado mundial de la energía». Y así ocurrió. De todos los fines evocados por Macron, el que más temores suscita es la guerra en Ucrania y la total ausencia de una hoja de ruta sobre lo que podría pasar. Putin sigue en Ucrania, el otoño se viene encima y no hay ni la más lejana perspectiva de una solución militar o negociada.
«Es como si viviéramos con una espada sobre la cabeza después de años y años de paz y prosperidad», comenta Jean-Michel Tournier, propietario de un restaurante en el distrito 14 de París. Todo se está preparando para meses rudos. Macron era el eje de la « liga de los optimistas » y pasó a ser el heraldo de los fines por venir. Jean-Daniel Lévy, director de encuestadora Harris Interactive France, reconoce que, de pronto, la postura de Macron no era la mas idónea: «no se puede mantener un discurso optimista como antes. Hoy, el Estado de animo de los franceses es muy diferente».
La repentina comunicación negativa de Macron y sus ministros sorprendió por el contraste con el Macron «de las buenas noticias», dice Jean-Michel Tournier. «No por el contenido. Creo que hace rato que, entre guerra, crisis climática, inflación, pandemia y sequía, los franceses saben que ya no viven en el mejor territorio del mundo. No nos hacia falta que nadie nos venga a decir lo mal que la vamos a pasar». La oposición francesa juzgó entre risas y criticas la nueva postura de Macron y su Ejecutivo. Jean-Luc Mélenchon, el líder de Francia Insumisa, dijo: »cuando uno está en un país donde hay nueve millones de pobres, oír una cosa así es increíble. Señor Macron, nunca hubo abundancia, siempre hubo irresponsabilidad ».
La cuenta de las polifónicas crisis está por llegar a la mesa. Pocas dudas hay de que serán los sectores menos ricos de la sociedad quienes pagarán la adición. «Para los demás, como siempre, será la sustracción», comenta, entre risas, Jean-Michel Tournier.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/476942-emmanuel-macron-avisa-que-francia-ya-no-sera-un-paraiso