Después de la multitudinaria marcha del 24 de marzo, fuimos hasta el Malba a ver el estreno de la película «El juicio», realizada por Ulises de la Orden, con la compaginación de Alberto Ponce y la colaboración de Memoria Abierta. Impecable e imperdible. Un trabajo en equipo, gigantesco y minucioso, de resguardo de la memoria colectiva de las y los argentinos. En sus casi 3 horas geniales, se condensaron las 530 horas de grabación del Juicio a las Juntas, realizado por la televisión pública. Este material estaba depositado en el archivo del Parlamento de Noruega, por decisión de los mismos jueces debido a cuestiones de seguridad.
El documental se compone de testimonios; no hay ficción ni actores: Muestra lo ocurrido en la sala, con los protagonistas reales de la historia, los relatos desgarradores de las víctimas, las defensas increíbles de los abogados de los represores, todo agrupado en ejes específicos, con orden, ritmo y minuciosidad. Hay primeros planos más que elocuentes. Un trabajo heroico.
Esta película pone en blanco sobre negro el terrorismo de estado, es la historia misma sin intermediaciones… Si sos negacionista, o pensás que los militares se “quedaron cortos” (como lo piensa la derecha y lo manifiesta, a veces en forma explícita y a veces solapada) ahí el debate ya es otro: ¿en qué punto de la evolución humana te situás?
La única crítica que me merece el trabajo es la falta de identificación, con sus nombres, de quienes hablan o protagonizan algún hecho significativo en la sala. Quizás no todos adviertan la presencia del almirante Rojas en la primera fila, un dato más que relevante, así como los incidentes con el querido Augusto Conte, injustamente privado por el Tribunal de seguir presenciando el juicio, o el retiro forzado de Hebe de Bonafini.
Los testimonios son de un enorme valor y un gran coraje por parte de las víctimas, especialmente de las mujeres, con descripciones espeluznantes. Pero quisiera rescatar dos, de alto valor político y gran importancia histórica, en el debate contra el negacionismo: uno es el del teniente general Alejandro Agustín Lanusse, porque proviene no de un “progre” o de un “nacional y popular”, sino del presidente de la dictadura que precedió a la de 1976. Su testimonio fue contundente: no podía creer en lo que se había convertido el Ejército, y que hicieran los operativos “por izquierda” y encapuchados.
Otro testimonio valioso desde este punto de vista, es el del ex presidente Arturo Frondizi. Cuando le preguntan cómo le consta que hay desaparecidos, responde: “Porque me desaparecieron tres sobrinos y mataron a mi hermano”. Se refiere al injustamente olvidado Silvio Frondizi, asesinado por la Triple A en septiembre de 1974.
En el debate contra el negacionismo tampoco debería olvidarse, aunque no es parte de la película, la extraordinaria crónica de Jorge Luis Borges, tras su única asistencia a una audiencia en este Juicio. Borges, que venía de ser condecorado por Pinochet y había apoyado la dictadura de Videla en sus albores, escribió para el diario El País de España un texto que tituló “Lunes, 22 de Julio de 1985”: En su párrafo final dice: “Es de curiosa observación que los militares, que abolieron el Código Civil y prefirieron el secuestro, la tortura y la ejecución clandestina al ejercicio público de la ley, quieran acogerse ahora a los beneficios de esa antigualla y busquen buenos defensores. No menos admirable es que haya abogados que, desinteresadamente sin duda, se dediquen a resguardar a sus negadores de ayer”. ¡Impresionante!
Borges, Lanusse y Frondizi le dan un golpe de knock out a cualquier pretensión negacionista.
Decía Marx de la Comuna de París que, más allá de las lecciones de economía o política que se podían extraer de ella, su verdadero valor estaba dado por el mero hecho de haber existido. Esa conclusión puede perfectamente aplicarse al Juicio a las Juntas: al margen de las penas previstas en la sentencia, el hecho mismo de que haya existido, tiene un valor inconmensurable. Aunque, después de escuchar los testimonios desgarradores de las víctimas, cuya sistematicidad la película destaca con tanto rigor, sumado a lo de Lanusse, Frondizi y Borges, es inaceptable que sólo Videla y Massera hayan sido sentenciados a reclusión e inhabilitación perpetua, Viola a 17 años de prisión, Lambruschini a 8 y Agosti a 4. Y fueran absueltos: Galtieri (sí, Galtieri!), Lami Dozo y Anaya. ¡Absueltos, si absueltos!
Los jueces de la Cámara Federal, cuatro de los cuales estaban presentes en la proyección, podrán explicar las absoluciones y la benignidad de algunas penas, decididas en forma unánime. En el Derecho, todo se justifica con la otra mitad de la biblioteca. Lo que yo no puedo, como lego, es aceptarlas. Y, menos aún, comprenderlas.
Salud y cosechas!