En un contexto usual, los analistas suelen decir que frente a un debate presidencial, el mejor resultado posible para un candidato no es ganar, sino no perder: conservar lo cosechado, afirmarse allí. Pero en un escenario tan diferente a todo como el actual, todo lo usual se desvanece en el aire. Y el evento que de por sí suele atraer audiencias –el último tuvo picos de 42 puntos de rating– se transforma en un potencial parteaguas, un highlight de campaña que puede servir de trampolín o tobogán. Con la misma expectativa con la que muchos ciudadanos ya preparan pochoclos para ver el debate, los equipos de campaña despliegan estrategias con los candidatos para este momento clave que se vivirá el próximo domingo 12 de noviembre en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
Las encuestas van y vienen por los bunkers de campaña, se leen como instrumentos parciales que han mostrado sus limitaciones o directamente pifiadas. Hoy ambos equipos trabajan sobre un escenario de virtual paridad. Y a partir del mapa de los comicios de octubre, sobre los lugares precisos adonde ir a sumar votos, mapeando especialmente el 22 por ciento del padrón que no fue a votar.
Cada candidato tiene flancos sobre los que el otro avanzará, con palabras clave asociadas. Milei carga con un reciente cambio de ropa que amenaza con «desdibujar» su figura y que genera «incertidumbre» en su electorado. Pero, sobre todo, con un rasgo de personalidad inéditamente expuesto en un candidato presidencial: «inestable», «impredecible», «violento». Massa tiene encima el peso de una gestión y el desafío de despegarse con promesas de futuro concretas. Ser un «político» (atención, ya no casta), «inflación», «corrupción», son los puntos a atacar. Y sobre todo la nueva acusación que tomó cuerpo a partir de la gestión Macri: «chorro kirchnerista».
El nuevo formato del debate plantea cambios en la utilización de esas estrategias. Con posibilidad de desplazarse alrededor de los atriles mientras hablen y a micrófono abierto, ahora hay «cuerpo y movimiento empujados a escena». Y allí, claro, hay también mucho que se «dice» sin palabras: hay discurso electoral. El mayor tiempo de intercambio entre dos únicos candidatos plantea también el desafío de cuándo intervenir, contestar, acaso interrumpir, elevar o no la voz, con los pros y contras en cada caso. Ambos equipos aseguran que no hay role playing, escenificaciones previas hasta el momento. Pero trabajan sobre este nuevo desafío escénico.
Medición y cautela
«En esta nueva etapa de la campaña vamos a buscar la personalidad de los candidatos», revelan a Página/12 desde el armado de Massa. Si hasta octubre la estrategia fue ir a buscar «lo que dice Milei», y comparar las ideas de liberalismo salvaje con las que se hizo conocido, con la versión lavada de sí mismo que ensayó en el último tramo, ahora, más que enfrentar ideas (con conceptos que, se entiende, ya fueron aprehendidos por el electorado), se comparan «atributos». «Un Massa que se presenta como garantía de unidad, de diálogo, de gobernabilidad, versus un Milei que se muestra más inestable, caótico e impredecible», describen.
No lo dicen así, pero la pregunta de campaña que se desprende es: ¿Está Milei preparado para presidir algo, por ejemplo un país? En el tête à tête del debate Unión por la Patria apuntará a escenificar esa pregunta. No de manera explícita, claro está, pero sí hará lo posible para ponerla a flotar en el aire.
«Sus votantes están hoy muy desconcertados, demasiado», aseguran en UxP. Confirman, también, que a ese desconcierto lo tienen medido. ¿Los números que manejan muestran la incidencia de ese desconcierto? En el bunker de campaña de Massa descartan cualquier triunfalismo: hablan de una paridad que no hay que dejar de trabajar, en la línea de «humildad y cautela» que plantea el candidato.
Otro flanco sobre el que avanzarán: la virtual intervención de La Libertad Avanza por parte del PRO, la reaparición de la figura de Macri, y la necesidad planteada en este tramo de su campaña de designar distintos voceros atomizados, hacen que Milei «esté perdiendo el atributo de líder» y «desdibujando su figura», aseguran. En la estrategia que se desprende de este análisis, Macri queda ignorado. «Vamos hacia Milei. A Macri no salimos a responderle, es parte del pasado», definen. De allí la respuesta del candidato en una reciente entrevista televisiva: «Lo respeto como expresidente».
Tampoco se hablará de cercanía con otros espacios políticos, menos de los heridos que dejó la interna opositora. «No queremos aparecer cazando de la política, ahí la guerra es entre ellos, hay que dejarlos hablar y que se maten solos», se posicionan. La estrategia general para encarar el debate, redondean, «es la que Sergio está mostrando en campaña: la Argentina que viene, cuál es la propuesta que tiene para esa Argentina. Se necesita un cambio, y el cambio lo encarna él».
Operación té de tilo
En la trinchera de Milei hay nuevas armas, y una que quedó guardada en el ropero: la motosierra. En las últimas fotos del sábado (hubo recorridas por San Isidro y El Palomar) se nota su ausencia, y aparecen otros detalles: de un tiempo a esta parte, el candidato ha comenzado a sonreír. Se acerca más a la gente, hasta la abraza. Hasta saluda desde el escenario. Algo literalmente inédito en las fotos de Javier Milei desde su irrupción a la fecha: sus poses anteriores estableciendo contacto humano eran con un particular rictus de seriedad y, a lo sumo, haciendo OK con sus pulgares. El operativo moderación y humanización está en marcha. Eso será lo que esta nueva Libertad Avanza, virtualmente intervenida por el PRO, buscará escenificar en el debate.
En la misma línea, y aunque a los voceros se les escapen por los cuatro costados, en esta nueva etapa de campaña no hay lugar para escenas ni discursos ultra. De allí la necesidad de borrar para el cierre el Movistar Arena, con su despliegue de fanáticos frikis, alusiones mesiánicas e imágenes de bombas e implosiones de edificios (estos últimos, especialmente diseñados por Karina Milei). Y de apuntar, en cambio, a un acto más emparentado con lo tradicional, que probablemente será en Córdoba, el gran territorio en disputa.
La línea argumental del debate irá por el lado de un remozado «no vas a perder nada de lo que ya tenés». Cuentan con una ventaja que está puntualmente medida en relación a las propuestas más ultra en su derecha extrema: el particular hecho de que una parte de su electorado cree que «no lo va a poder hacer», y lo vota con esa certeza. Por lo pronto, el candidato sólo habla de «reventar las urnas el 19 de noviembre», y dejó de hablar o aludir a destrucciones varias.
La intervención del PRO en el área de comunicación de La Libertad Avanza es concreta y observable. Al punto que el equipo libertario ya no contesta la consulta de Página/12 cuando la pregunta es sobre cuáles son los equipos técnicos, concretamente, con los que está trabajando Milei para el debate: ¿Son de LLA, son del PRO / Macri, o una mezcla de ambos? Una pista sonó fuerte en el acto en El Palomar. Cuando el candidato terminó de hablar, la gente que lo escuchaba cambió de cantito, con la aprobación y arenga del candidato. Alrededor de Milei sonó el nuevo viejo grito: «Sí, se puede».
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/613346-debate-presidencial-el-ring-electoral-mas-decisivo