Tras la furia y angustia generadas por el terremoto Insaurralde, Unión por la Patria logró cerrar la semana con un abrazo peronista. El ministro candidato Sergio Massa encabezó, junto al gobernador Axel Kicillof, una larga caravana por La Matanza, capital nacional del justicialismo, con el objetivo de inyectar un poco de mística militante en la recta final de la campaña y de no permitirse quedar inmovilizados tras el tortazo del escándalo del yate en Marbella. Trepados en un camión sin techo, Massa, Kicillof, Wado de Pedro, Máximo Kirchner, Cecilia Moreau, el «Cuervo» Larroque, intendentes y sindicalistas, repartieron abrazos con militantes que gritaban sus nombres, se sacaron selfies con niñas que ondeaban la bandera de Argentina, cantaron «Abran paso llegó la JP», besaron niños y lanzaron promesas de no aflojar a cada jubilado que los interpelaba: una postal de peronismo explícito que, coincidían todes, habían extrañado en la primera parte de la campaña. «Quédense tranquilos que si la Argentina tiene una deuda es con los trabajadores», aseguró Massa, ya a la noche, tras casi dos horas de recorrida, en el acto de cierre en la Plaza Dorrego.
«Bienvenido compañero Sergio Massa a la capital del peronismo”, rezaba el cartel que adornaba la esquina de Azul y la colectora de la ruta 3. A unos metros, el sol rostizaba los techos de chapa de las casas de González Catán. Las decenas de paredes pintadas con la figura de Maradona parecían transpirar bajo el calor inexorable de las dos de la tarde. La cara y el nombre de Fernando Espinoza estaba por todos lados, apenas se distinguían ya los descoloridos afiches de la «Colo» Cubría (su competidora en la interna). Rosario, una docente de 50 años, aguardaba impaciente junto a su madre para ver a Kicillof y, como muchos, se refirió al temor que le generaba el crecimiento de Javier Milei. «Pasa que algunos que lo siguen son muy chicos, pero yo viví los 90′, viví el 2001», afirmó, seria, y remarcó que las movilizaciones de este tipo «servían» para generar entusiasmo.
«Del kilómetro cero del peronismo a la capital nacional del peronismo» era el lema con el cual el equipo de campaña de Axel Kicillof había organizado una caravana que había comenzado a las 10 de la mañana en Berisso, identificado como el «kilómetro cero» del peronismo (ya que de allí había partido, un 17 de octubre de 1945, una de las más grandes columnas de trabajadores a Plaza de Mayo para pedir por la liberación de Juan Domingo Perón). La recorrida, luego, haría una parada en Florencio Varela y, finalmente, llegaría a La Matanza, uno de los municipios claves de cara al 22 de octubre. Allí, el equipo de campaña matancero cree que puede recuperar unos 200 mil votos en favor de Sergio Massa, es decir: un tercio de los votos que separaron a Massa de Milei en las PASO. «La primaria fue una elección y esta del 22 va a ser otra. Nadie quiere volver atrás en la Argentina y sabemos que del otro lado está la derecha conservadora que solo quiere ajuste. Con la motosierra lo único que podemos hacer es destruir», resaltó Espinoza, mientras repartía besos y selfies con los vecinos, y agregó: «Mucha gente que votó a Milei no sabía quién era y ahora, con la explosión que tuvo, saben que es un discípulo de Cavallo».
Minutos después de la llegada del intendente matancero, ya a las cinco de la tarde, comenzaron a arribar todes les dirigentes: Massa, Kicillof, Verónica Magario, el «Cuervo» Larroque, Carlos Bianco, Mario Secco, Máximo Kirchner, Cecilia Moreau, Cristina Álvarez Rodríguez, Hugo Yasky, Roberto Baradel, Juan Marino y decenas de intendentes y sindicalistas. Les referentes se fueron ubicando en dos camiones – uno para la dirigencia nacional, otro para la dirigencia bonaerense – y la procesión arrancó.
Entre canciones y encuestas
El clima en la caravana dirigencial era festivo. «Arrancamos la semana en el piso y la terminamos erguidos», afirmó un dirigente bonaerense mientras repartía saludos y dedos en V a las decenas de vecinos y militantes que se agalopaban a los costados del camión. Había una coincidencia generalizada de que la caravana – organizada por Bianco, Secco, Yasky, Álvarez Rodríguez y otres dirigentes que respaldan internamente a Kicillof – había venido a levantar los ánimos y mejorar el clima tras el escándalo generado por el viaje de Martín Insaurralde a Marbella. «Necesitábamos esto», coincidieron varios referentes bonaerenses, mientras señalaban a los niños que saludaban y jubilades que les gritaban, una y otra vez, «no aflojen» o «vamos que hay que ganar». «Vamos que hay que mandar a Milei a la puta que lo parió», agregaría, más exaltado, un hombre enfundado en una camiseta negra a quien su esposa, después de escucharlo, lo reprendió golpeándolo en el hombro.
Pese al entusiasmo – y cierto desahogo catártico -, no había un dirigente que no murmurara insultos contra el ex jefe de Gabinete bonaerense. «Es para matarlo», diría, el más sereno. Otros, en cambio, se pondrían más gráficos. Más allá del mal humor, sin embargo, había una preocupación palpable sobre el efecto que tendría en las elecciones. Todes descontaban que impactaría en las urnas, pero nadie tenía del todo claro en qué nivel. Muchos se repartían y comentaban las últimas encuestas que habían ido recibiendo en la última semana y señalaban el punto que más les inquietaba: Massa había estado subiendo en las últimas semanas – en algunas hasta lo superaba a Milei – y lo de Insaurralde no había hecho sino echar por tierra ese crecimiento. En el entorno de Kicillof, mientras tanto, afirmaban que se había logrado evitar una identificación directa del gobernador con Insaurralde pero que, de todos maneras, le había puesto un «techo» a su crecimiento potencial.
Los cálculos y disquisiciones numéricas daban paso, repentinamente, a los gritos, saludos o abrazos. A medida que la procesión continuaba, a paso de hombre, por la calle Azul, algunes dirigentes se bajaban, se sacaban fotos y volvían a subir. Había pecheras y paraguas del municipio de La Matanza y de Ensenada, de la CGT y de la agrupación Felipe Vallese. Dos militantes que sostenían muñecos gigantes de Eva Perón y Néstor Kirchner saltaban y no paraban de cantar «Abran paso, llegó la JP».
«Esto es una fiesta peronista como hace mucho que no se veía y que nos da una energía renovada», aseguró «Carli» Bianco, encaramado sobre uno de los bordes del camión, y agregó: «(Lo de Insaurralde) No va a tener un impacto positivo, es una obviedad. Pero estoy convencido de que, más allá de este asunto particular, la gente va a priorizar el bosque sobre el árbol. El gobernador es un gran restaurador de derechos que se habían perdido en la provincia durante el gobierno de Macri». Adelante suyo, en el tumulto de vecinos y militantes que iban detrás del primer camión – donde estaba la dirigencia nacional – una decena de personas empezó a saltar y chocarse mientras cantaba a los gritos «Néstor, mi buen amigo, esta campaña volveremos a estar contigo». En el medio del pogo estaba Kicillof. «Mirá al enano», le gritó, entre risas, uno de sus funcionarios.
El acto y la plaza desbordada
«La Matanza, querido Sergio, te va a dar el triunfo el 22 de octubre», presagió Fernando Espinoza apenas la caravana arribó a una atestada Plaza Dorrego. No había lugar ni para bajarse de los camiones, por lo que les dirigentes decidieron hacer el acto de cierre desde ahí. Era el final de una larga procesión que había recorrido más de 100 kilómetros y se había extendido durante más de 10 horas.
«Pensábamos que esto era para darle energía y un último empujón a nuestra gente. Y es al revés. Es el pueblo que está lleno de energía, de convicción, de fuerza y que comprende todo lo que está en juego», afirmó Kicillof, luego. El gobernador recordó a los 30 mil desaparecidos, resaltó que la Salud y la Educación «no se vende, se defiende» y llamó a militar con fuerza hasta el 22 de octubre: «Tenemos que dedicarnos sin descanso a que la gente comprenda que no puede volver a gobernar la derecha y que quien defiende los derechos e impulsa las transformaciones es la boleta completa de UxP». «Hoy en La Matanza es un día histórico. Vamos a ganar las elecciones militando», finalizó.
«Cuando llegué sabía que venía a recorrer las calles de miles y miles de argentinos que por ir ahí no la están pasando tan bien y que sienten que estos años de gobierno no fueron suficiente para recuperar el ingreso», comenzó, a modo de cierre, Sergio Massa. El ministro candidato estaba sonriente: decenas de matanceros cantaban su nombre al son de la música del redoblante y de los estallidos de bengalas. Intentado hacerse oír por encima del ruido, el ministro de Economía afirmó que defendería y mejoraría la Salud pública frente a la amenaza de la privatización y prometió: «Quédense tranquilos, tengo claro que si hay una deuda que Argentina tiene es con los trabajadores. Son seis años de caída de ingresos que hay que recuperar», expresó.
«En los últimos 12 meses mejoramos el empleo formal, los salarios, y bajamos impuestos. Pero falta. Sepan, acá en la capital del trabajo, que voy a ser el Presidente de los trabajadores argentinos porque creemos en una sola clase de hombres y mujeres: los que trabajan», finalizó. Apenas dijo las últimas palabras, explotó una nueva tanda de bengalas y la plaza entera se puso a cantar la marcha peronista.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/595981-sergio-massa-y-axel-kicillof-encabezaron-una-caravana-peroni