¿Para qué sirve un debate presidencial? ¿En cuánto aporta al declamado «pluralismo y fortalecimiento democrático»? ¿Resulta una instancia eficaz para que la ciudadanía conozca más a fondo propuestas y plataformas? ¿En cuánto prevalece la forma — lo televisivo, el recorte de las redes, el golpe de efecto– y en cuánto el contenido? Y en el contexto tan particular de estas elecciones, ¿quiénes tienen más para ganar o perder al enfrentarse a este formato? Son cuestiones que comienzan a recortarse como incógnitas en las horas previas al primer debate que reunirá el domingo en el Centro de Convenciones Forum de Santiago del Estero a Sergio Massa, Javier Milei, Patricia Bullrich, Myriam Bregman y Juan Schiaretti, y que tendrá una continuidad el domingo 8, en la Facultad de Derecho de la UBA, con otros ejes temáticos. Página/12 consultó a especialistas alrededor de la incidencia de estas cuestiones, que se amplifican en un escenario en el que todo parece móvil y nada parece predecible.

El impacto en el voto

El politólogo Augusto Reina, director de Pulsar, el observatorio de la Universidad de Buenos Aires especializado en el estudio de la opinión pública que hizo un análisis en profundidad del debate de 2019, y uno de los autores del libro Debatir para presidir, habla de un momento que «más que impacto electoral, tiene un efecto pedagógico y democratizador, horizontaliza la discusión y activa la conversación pública en redes y medios».

Lo define como «el evento político aislable de mayor impacto de audiencias en toda la campaña, en el nivel de conocimiento de los candidatos y de las propuestas». Repasa los 30 puntos de rating de los últimos debates presidenciales en la Argentina: igual que la semifinal Boca River por la Libertadores ese año, mucho más que Gran Hermano o el Bailando, compara. 

El estudio de 2019 consultó a 110 personas de distintas identidades políticas antes y después del debate, para buscar ver la variación del voto; también desarrolló una aplicación que fue tomando las reacciones de cada una en tiempo real. «En nivel de conocimiento, la variación fue enorme. En intención de voto, marginal: un 1,5%. Pero cuando las diferencias entre el primer y el tercer candidato son tan reducidas, es una gran diferencia«, advierte Reina. Repetirán el estudio el próximo 8 de agosto, y también en el debate del balotaje, de producirse. 

Lo que puede pasar

«Tiendo a descreer de los eventos únicos que generan impactos únicos, la forma adecuada de ver estos procesos electorales es por acumulación por errores o aciertos», marca el analista político Gustavo Córdoba, director de Zuban, Córdoba y Asociados. Agrega, sin embargo, que «puede ser determinante para un escenario puntual, pasar o no la vuelta del balotaje. Pero no es el caso porque acá ya estamos en situación de balotaje«, arriesga. En base a sus estudios Córdoba visualiza un Milei estancado, que «está cometiendo errores por sentirse ganador y puede pagar un costo por eso», y a un Massa que, a números de hoy, se mete en segundo lugar en ese balotaje. «De modo que el impacto más grande lo va a dar el debate del debate, el impacto posterior con la proyección de las redes sociales», anticipa. 

El sociólogo Alberto Quevedo, que participó en varios entrenamientos de debates en distintas campañas, «semblantea» a los protagonistas: «Este domingo creo que va a haber un debate muy racional. La izquierda suele hablar para sus convencidos, y sería un error que Myriam Bregman siguiera ese camino. A Schiaretti, que tiene tan baja presencia política a nivel nacional, le va a servir mucho para que lo conozcan, y creo que va a hacer una especie de exaltación de la vía cordobesa de la democracia, del peronismo cordobés, no creo que sea muy agresivo», enumera.

«La expectativa de agresividad está en Milei, como se sabe, pero creo va a comenzar muy tranquilo y racional, para enfocarse después en ser agresivo, sobre todo con Massa», continúa. «Y Patricia Bullrich va a ser agresiva casi exclusivamente con Massa, va a buscar identificarlo con el kirchnerismo, su leitmotiv, y le va a interesar demostrar que ella es la gran opositora al kirchnerismo. Massa va a tratar de ser muy racional, propositivo, va a hablar como hombre de Estado, desde el lugar de presidente. Se va a presentar como una garantía de diálogo y convivencia democrática». 

Forma y contenido

Establecido por ley en 2016, con la organización a cargo de la Cámara Nacional Electoral, el debate presidencial comienza a tomar la forma de una tradición democrática en la Argentina, si se contabiliza el antecedente de 2015, previo a la ley. Son instancias únicas en toda la campaña, con todos los candidatos exponiendo y debatiendo en condiciones que se buscan igualitarias, bajo reglas acordadas previamente. Pero que, a la vez, pueden quedar subsumidas bajo el golpe de impacto, como lo único que se recuerda o se repite tras un debate. 

En el repaso de la experiencia previa aparece la frase preparada, eficaz por lo sintética y en sintonía con la demonización mediática de la época: «¿En qué te han transformado, Daniel? Parecés un panelista de 6, 7, 8«. El beso con Juliana Awada, también amplificado –y ensayado, se confirmó después–, frente a un Daniel Scioli que se limita a observar, un tanto impávido en el gesto congelado. Son los momentos que probablemente quedaron más fijados del debate presidencial de 2015, que podría considerarse el paso previo a la ley que lo reglamentó. Ya en 2019, instaurado por ley, hubo otras fotos que quedaron fijadas, en sentido inverso: la foto de un Macri excesivamente maquillado, que le daba un gesto artificial, como ausente, mientras el resto de los candidatos sonreía distendido en la previa del debate, por ejemplo. 

Los recortes que se comparten en las redes, la transformación inmediata de todo contenido recordable en meme, forman a esta altura una parte intrínseca de todo lo que sucede en el debate. 

* ¿El efecto puede entonces más que los temas? «Es cierto que lo gestual juega un rol muy importante, y las fotos y el uso de las cámaras marcan un efecto, aunque esté reglado por ley. Pero hubo un interés de la ciudadanía por introducir un tema que faltaba, derechos humanos, quiere decir que los temas también importan», relativiza Quevedo. «Las famosas propuestas que son exitosas son las que son simples, directas y se pueden resumir en una frase. Dolarización, por ejemplo, es sencilla. Ahora, cuando la empieza explicar, se vuelve engorrosa», ejemplifica. 

«¿Cuánto del que hoy vota a Milei dejaría de votarlo porque grite o se desencaje en el debate, y al revés, cuántos que no pensaban votarlo se sentirían atraídos por eso? Muy pocos o ninguno», apuesta Córdoba. Relativiza de ese modo la «novedad» que puede traer un candidato como el de La Libertad Avanza a un formato reglado como el del debate. «La buena performance no va por las actitudes sino por la solidez que se demuestre. Ahí aparece la importancia de una comunicación política eficaz: si el candidato es capaz de transmitir una idea concreta y clarita a la sociedad, de un modo en que se entienda, es un punto a favor muy importante». 

* ¿En qué consiste «ganar» o «perder» un debate? Los consultados coinciden en que, más que ganar, lo importante de una escena como esta es no perder. Y, nuevamente, tratándose de un escenario tan particularmente polarizado como el actual, cualquier dardo mal esquivado o lesión auto infligida puede hacer la diferencia. Canalizada, amplificada y distorsionada, como se dijo, por el formato televisivo, y principalmente por las redes, también en tiempo real. «Perder puede ser caer en errores conceptuales, equivocarse en datos o fechas, o en la argumentación. Pero también en otros errores: los gestuales, los emocionales, irritarse, gritar. Más que pensar en ganar, los candidatos tienen que pensar en ser sólidos en cuanto a los argumentos elaborados previamente», observa Quevedo.

* ¿En cuánto importa la preparación previa? Mucho, coinciden todos. Y es buena y deseable, agrega Reina, que combate la idea de «coucheo», por la carga negativa que connota la palabra. «Es importante prepararse si uno quiere expresar sus ideas, buscar la forma de conectar con la ciudadanía. Elegir en qué temas hacer foco, en cuáles confrontar. Y buscar frases de efecto también, sintetizar con creatividad ciertas ideas. No todos se preparan igual, en campañas anteriores se tendió a subestimar esto. Y en nuestros estudios de 2019 encontramos que los dos candidatos que tuvieron mejor performance para los entrevistados fueron Nicolás Del Caño y José Luis Espert. Justo los que, en las entrevistas con los candidatos que también hicimos, nos dijeron que le habían dado al debate un lugar estratégico y central, fueron muy concientes de la oportunidad que significaba», cuenta. De esa experiencia se recuerda, también, a Mauricio Macri como «buen alumno» en la preparación previa (dedicado al entrenamiento con asesores), y a Alberto Fernández como el ejemplo del candidato que se niega a dedicarle un tiempo a ese armado. 

Quevedo coincide en que «es fundamental que los candidatos estudien y se preparen», y que ninguna instancia previa es poca. «En Argentina, desde hace varias décadas, hay candidatos que lo hacen con intensidad: hasta se arma una escena previa de debate, con atriles, conductor, gente que toma el lugar de otros candidatos y tiran provocaciones, preguntas insidiosas, se ‘actúa’ la escena. Suele ser efectivo», revela. 

* ¿Y qué puede quedar tras el debate? El objetivo más buscado y difícil es provocar algo que se transforme en un elemento de conversación posterior, coinciden los especialistas. Y que ese «algo» sea a favor, y no en contra, involuntariamente. Lograr «sorprender», «no hablarle sólo a los propios», «demostrar picardía, o sabiduría, o desnudar al otro», pero al mismo tiempo hacerlo transmitiendo una idea propia, son las marcas de éxito, los momentos que pueden definir la potencia de un debate. Algo que está por verse en Santiago del Estero. 

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/593318-para-que-sirve-el-debate-presidencial