Un grupo de diputados del Frente de Todos (FdT), encabezado por Itaí Hagman, presentó un proyecto para implantar un Salario Básico Universal (SBU). Suscriben la propuesta legisladores de organizaciones sociales, de la CTA de los Argentinos, entre otros. Movida importante, impulsar una política de ingresos con alcance institucional. Un derecho para trabajadores, una conquista para instalar. El rasgo típico de los gobiernos peronistas por ahora descuidado durante la presidencia de Alberto Fernández.
El amplio piso de protección social que dejaron los gobiernos kirchneristas incluyó avance cualitativos, consagrados por ley, para los menores de 18 años y para los jubilados. El SBU enfila hacia un conjunto de laburantes de entre 18 y 65, redondeando. Gente que trabaja de más o que se consagra a labores de cuidado no rentadas o que está desempleada, que no cobra o cobra poco, que en promedio no llega a fin de mes. El SBU hace foco en uno de los problemas centrales de la etapa, la insuficiencia del poder adquisitivo de los ingresos fijos.
El proyecto deberá recorrer camino, incorporar correcciones o mejoras, “caminar” el bloque oficialista, sondear apoyos de a uno en el estrecho universo ajeno al oficialismo y a Juntos por el Cambio (JpC).
El presidente del bloque frentetodista Germán Martínez participó en la presentación. Su referente político e inigualado antecesor en el cargo, Agustín Rossi, propugna la conquista desde hace meses. Martínez participaba de la iniciativa meses atrás cuando ni soñaba encabezar el bloque. Su gesto es significativo, insinúa que será hospitalario con el proyecto. Claro que para que avanzara sería necesario que la Casa Rosada se interesara, que el ministro de Economía Martín Guzmán la sintonizara con su radar. De momento, no ocurre.
En simultáneo se redondea la instrumentación del refuerzo de ingresos de 18.000 pesos, por única vez (“bono” en adelante). Ésta sí, decisión del Ejecutivo incubada en Economía. Plata en mano que viene bien. Por una vez, transitoriedad que no basta ni cimienta derechos. Atañe a millones de personas.
Los rotundos debates o peleas o mix dentro de la coalición oficialista no se explayaron o no nombraron estos temas, que el cronista considera centrales. Creció la virulencia de los reproches desde el kirchnerismo, se expandió a la Confederación General del Trabajo (CGT) como cómplice de Guzmán. Desde el albertismo respondieron con tecnicismos Guzmán y Matías Kulfas. Emilio Pérsico y Luis D’Elía añadieron diversidad y dureza.
Cada sector monologa en distintos registros, así funcionan y se agudizan las polémicas. Los discursos, los ámbitos elegidos y los emisores tienen un factor común, vaya a saberse si deliberado o no percibido. Les hablan solo a minorías politizadas o a protagonistas corporativos. Interpelan a las fuerzas propias o a los convencidos, parece que el objetivo es robustecer la identidad antes que sumar o interesar a terceros.
El presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, ensilló y montó uno de sus caballitos de batalla: el mínimo no imponible del impuesto a las ganancias. Arrojó el dardo a Guzmán, por su lado. La tercera pata de la coalición también cultiva su target. Guzmán le respondió veloz, “es una obviedad”. Medio desdeñoso, algo impreciso respecto de las fechas de instrumentación.
La inflación se sostiene, la agria interna trepa. La guerra en Ucrania tiene pinta de perdurar o perpetuarse.
La Marcha Federal de las organizaciones sociales de izquierda desembarcó masivamente en la Plaza de Mayo. Un tercer actor demarca presencia: es el principal ocupante del espacio público en la contingencia.
Tanto los cambiemitas como los peronistas se aprontan para las PASO de 2023, imaginan escenarios electorales parecidos. En plan de almorzarse la cena dan por hecho que la gobernabilidad, la paz social (la no violencia política ciudadana) son inmunes al ardiente microclima político, a la imparable suba de precios, a la apatía o bronca de “la gente”, al espantoso contexto internacional. Imposible vaticinar el futuro aunque es sensato sugerir que sigue abierto, que prevalece la incertidumbre. Que mayo de 2023 sea en materia de gobernabilidad semejante a mayo de 2022 es, acaso, un destino posible entre otros senderos que se bifurcan. Más fuleros, pongalé.
**
Mirada retrospectiva: Hace 33 años que Carlos Menem asumió la presidencia, el estallido de 2001 pasó la veintena. Repasar precedentes históricos alecciona a condición de no engolosinarse y de sopesar las diferencias tanto como las enseñanzas.
El triunfo del neoconservadorismo en la Argentina sincronizaba con la época, con Menem a la cabeza.
La Convertibilidad estalló sin tanta sintonía con “el mundo”. Nos fuimos al tacho (dicho con delicadeza)por nuestra cuenta.
Menem llegó en una etapa propicia para los neo-con. Estaban de moda las privatizaciones, el descrédito de lo estatal, de lo público, de los sindicatos. Un individualismo ramplón e insolidario campeaba en el planeta.
Si se aguza la mirada, los paladines anglosajones de la “revolución conservadora” estaban de salida. El presidente yanqui Ronald Reagan acabó el segundo mandato en 1989, la primer ministra británica Margaret Thatcher dejaría su cargo en 1990. Pero echaron raíces. George Bush padre sucedería a Reagan. El laborismo domesticado de Tony Blair sustentaría el legado de Thatcher, lo que ella misma señalaría como su mayor triunfo.
Menem presenció desde Olivos la caída del Muro de Berlín. Los vientos de la historia soplaban a su favor.
El Papa Juan Pablo II era anticomunista rotundo, procíclico en dicha faceta política. El discurso social de la jerarquía católica sabía diferenciarse en lo formal del conservadorismo arrasador mientras El Vaticano cooperaba la derrota de los socialismos reales, de las socialdemocracias, de cualquier alternativa “nostálgica del 45” o de los 30 años gloriosos que vinieron después. Nobleza obliga a reconocer que Francisco, el Pontífice actual, predica a contraciclo de los paradigmas dominantes, en lo económico o en lo cultural.
Las crisis acumulativas actuales encuentran a nuestra Patria envuelta en las tragedias planetarias. Dentro de la hecatombe pero peor: especialmente debilitada por la herencia macrista y la magnitud de la deuda externa.
La pandemia azotó al planeta. La concentración de la riqueza, las victorias del capitalismo financiero vienen desde lejos. Ahora se sumaron al reducido elenco de los ganadores los mercaderes de la salud, los fabricantes de armas. Las secuelas de la guerra en Ucrania se propagan en vastos geografías: suben los precios de los alimentos, de la energía.
La inflación es mundial, aunque los guarismos argentinos superan cruelmente la media. Un tufillo a recesión recorre el planeta. El “orden internacional” es encabezado por líderes usualmente de la “B”, intransigentes y rudimentarios.
Las poblaciones se derechizan o charramente se enfurecen, los sistemas políticos no dan respuestas.
El contorno exterior impresiona o mete miedo. Si se agravaran los declives hacia la decadencia, el salvajismo político y la insolidaridad se multiplicaría el riesgo de contagio en la Argentina.
El presidente estadounidense Joe Biden excluye a Cuba, Nicaragua y Venezuela de la invitación a la Cumbre de las Américas. “El eje del mal” queda afuera. La barbarie sectaria hace juego con los cierres de fronteras, con la rusofobia desbordada, con un sistema que propende al elitismo o a una unipolaridad cerril. La guerra abrió una oportunidad a Biden: recrear “Occidente”, resucitar ese mito.
Las elecciones en Francia dejaron un saldo notable: compitieron en el ballotage los mismos candidatos, la derecha creció inclusive en el oficialismo triunfante.
El costo de los alimentos, un karma nacional, trepa en otras latitudes combinado con la escasez. Lejos de acá, en Sri Lanka estalla una pueblada que derroca al Gobierno y produce estragos. Un santiagazo potenciado a miles de kilómetros, en un paraje remoto. Quizá sea un episodio aislado, quizá el inicio de un proceso.
Nada bueno puede esperarse del sistema global, de los organismos internacionales, del sesgo político preponderante.
**
Las PASO prematuras: Las recriminaciones a Guzmán, más allá de cómo se presenten, equivalen a pedidos de renuncia. Alberto F. lo defiende, porque cree en el rumbo emprendido y porque acceder sería debilitarse. Asimismo porque los ministros Claudio Moroni y Matías Kulfas pasarían a quedar en la picota. En torno del presidente aseguran que no se ve resquicio para retomar conversaciones con la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.
El presidente viajó a Europa con una comitiva amigable, propia. Concedió varios reportajes, en alguno dijo que iría por la reelección. En otro posterior relativizó sus palabras, por ser ajenas a las necesidades del momento.
El presidente confía en el rumbo económico. Se le señala con razón que hoy y acá existe un boceto de modelo exportador con merma del desempleo pero con salarios bajos. Crecerán si se confirma el rumbo, replican en la Rosada.
Los cambiemitas están seguros de que el peronismo “ya perdió” las elecciones y que las tienen al alcance de la mano si no se dividen. En el albertismo (que afirma no existir) se conserva la fe.
Prematuras o no, se tienden las mesas de arena para las Primarias Abiertas (PASO) del año próximo. Ya se dijo, son pláticas ajenas a la sensibilidad de la gente común.
Cristina no habla de eso en “on”. Terminada la gira presidencial, probablemente lo haga con más asiduidad. Hasta entonces, en su derredor hay quienes piensan que hay que organizarse para enfrentar la derrota y el regreso de la derecha. Conservando identidad, fuerza propia, un caudal nítido de votos.
Otros calculan que si el diputado Javier Milei agolpa 15 por ciento del electorado a nivel nacional o algo más, quedan chances para llegar al Gobierno en ballotage.
Un posible triunfo del expresidente Luis Lula da Silva en Brasil, se entusiasman, airearía el espacio regional, daría plafón para un peronismo competitivo en las urnas y más parecido al de 2003-2015.
**
Mover el tablero: El FdT perdió por amplio margen las elecciones en octubre. El cuadro internacional es adverso.
La correlación de fuerzas en el Congreso facilita el objetivo obstruccionista de Juntos por el Cambio. Proyectos valiosos como el SBU, el aprobado en el Senado para que “la deuda la paguen los que fugaron”, el potencial tributo a las ganancias inesperadas son promisorios, equitativos. Provienen, por así decir, de los dos sectores que pugnan dentro del peronismo gobernante…. Es casi imposible que pasen el filtro de Diputados salvo que se produjera una falla insólita en el dispositivo cerrojo de la oposición.
Con todas esas contras, opina el firmante de esta nota, es excesivo derrotismo dar por resueltas (por perdidas) las elecciones en ciernes.
La misma incertidumbre, la abundancia de cisnes negros, el valor de la voluntad política y los fierros con que cuenta el Estado habilitan a perseverar, a superarse. Seguramente a apelar a mecanismos de democracia participativa no explorados. La principal responsabilidad carga sobre el presidente quien debería plasmar un relanzamiento de elenco y programático pensando en sus mandantes (todos los argentinos) y no solo en la lógica cerrada de la interna.
La gente común sobrellevó con templanza y dignidad las privaciones de la pandemia. Se rebusca para sobrevivir y hasta para disfrutar cuando y como puede: saliendo, reventando los centros turísticos, los recitales y las canchas. Se ingenia para llegar a fin de mes. Atraviesa necesidades que son derechos. Precisa y merece que sus representantes encuentren la vuelta, superen el ensimismamiento, den respuestas. Así estamos, aquí y ahora.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/421770-necesidades-que-son-derechos-y-desafios-para-encarar