Las últimas intervenciones de Marcos Galperín en redes sociales, en defensa de la desregulación del Estado –como impulsa Javier Milei–, reabrieron la polémica sobre los subsidios buenos y malos. “Te mintieron durante 80 años, ayer te dijeron la verdad en 10 minutos”, lanzó en diciembre, segundos después de que el Presidente presentara el feroz plan de ajuste fiscal que contiene el megaDNU. «Empezá una empresa y hacela sustentable», le respondió a una usuaria de la red X esta semana, luego de que le haya reclamado que pague horas extras en Mercado Libre. Más allá de las chicanas lo que está en juego en estas expresiones es la idea de la meritocracia para ocultar una desigualdad atronadora en las condiciones de esa competencia.
Uno de las últimos cruces que Galperín protagonizó en redes fue con una usuaria que contó, sorprendida, que una amiga, empleada de Mercado Libre, no cobraba las horas extras que trabajaba. El fundador de la plataforma, respondió que si no le gustaba cómo hacía las cosas armara su propia empresa y pagara lo que quisiera. Como destacaron varios usuarios, Galperín reconocía así no solo que violaba la ley que prevé la obligatoriedad de este tipo de remuneraciones, sino también que una empresa necesita no pagar parte del trabajo de sus empleados para ser exitosa, algo que, por otro lado, lo vincula con el pensamiento marxista acerca del rol de la pusvalía.
Pero por fuera de las chicanas que nutren la discusión en redes y cada vez más medios, vale la pena hacer un repaso para entender por qué Mercado Libre (ML) es un punto en el que colisionan permanentemente al menos dos visiones del mundo.
El mito del emprendedor
Desde hace un par de décadas se fortaleció el mito del emprendedor que con una idea genial, mucha voluntad y esfuerzo, puede producir una disrupción en un área de la economía. La versión tecnológica de este arquetipo proviene de la figura de Steve Jobs, uno de los fundadores de Apple.
Pero la realidad es bastante más compleja ya que las variables que influyen en el éxito son muchas. En el caso de Apple, por citar solo un ejemplo, lo que Jobs sí hizo con originalidad fue combinar una serie de desarrollos de investigación básica sobre todo del Estado norteamericano: desde el GPS o Internet hasta los microchips o las pantallas táctiles. Con esos saberes financiados por toda la sociedad, Jobs pudo hacer un negocio privado que puso a Apple entre las empresas más exitosas del mundo. Sobre el modelo de Jobs construyeron su imagen otros tecnoempresarios.
En el caso de ML, Galperín difícilmente pueda considerarse una persona nacida con recursos promedio y su éxito no puede explicarse solo por su genialidad intrínseca, más allá del mérito de haber visto algo que otros no. Para empezar, proviene de una familia acomodada, propietaria de curtiembres: claramente no tuvo que preocuparse por trabajar cada día para comer. Galperín también pudo pagar estudios en Stanford y Pensilvania, EE.UU. Así fue que en 1999 se subió tempranamente a la ola de las «puntocom», una burbuja que explotaría pocos años más tarde. ML sobrevivió, que no es poco.
La fortuna familiar, el contacto con inversores y, sobre todo, la disponibilidad de tiempo para invertir en este proyecto, le permitieron sortear los 8 años que le llevó a la empresa generar ganancias. La demora en alcanzar la rentabilidad es frecuente en la economía de plataformas y hace que muy pocos puedan llegar hasta allí sin quebrar o tener que vender. En 2007 ML también salió a la bolsa.
Otra variable frecuente que los emprendedores tienden a soslayar es el rol del Estado para apoyarlos durante los difíciles años de consolidación. Por ejemplo, desde 2007 ML se incluyó dentro del régimen de promoción y en 2011 fue beneficiado por la Ley de Promoción de la Industria del Software que requiere que más del 50% de la actividad de la empresa sea el desarrollo de software, algo dudoso en el caso de ML cuyo mayor negocio está vinculado a la logística y lo financiero. De hecho, en 2017 la AFIP concluyó que ML no debía estar incluido en el régimen de promoción porque no desarrollaba software ni lo exportaba y reclamó $500 millones por año para el Estado Nacional. Finalmente el reclamo de la AFIP no prosperó.
En 2019 se aprobó la Ley de la Economía del Conocimiento que también benefició a ML. Según el periodista Mariano Martín, solo en 18 meses de 2022 y 2023 la empresa obtuvo 142 millones de dólares en rebajas de impuestos. Según el reporte que la empresa presenta en la bolsa durante ese período las ganancias totales fueron de 1.139 millones de dólares. Como explican en el libro «República Mercado Libre», compilado por Julián Zicari, las exenciones impositivas que recibió la empresa entre 2007 y 2014 representaron en promedio un 9% de la facturación total.
Frente a estos datos, Galperín respondió en X que la «LEC [Ley de Economía del Conocimiento] demuestra que cuando reducís el peso del Estado aumenta la generación de empleo. Debería extenderse a toda la economía. Agrego dato: El % de Arg en el equipo de tecnología de MELI año 2019 > 95% … año 2023 < 30%. Viva Perón».
«El régimen de economía del conocimiento y del software fueron y son buenos regímenes de promoción de un sector que los aprovechó, creció y a su vez repagó el cupo que el Estado utilizó», explicaba a Página/12 María Apólito, Socia Gerente de AM2 Consulting y subsecretaria de Economía del Conocimiento entre 2019 y 2022. «ML generó empleo, generó exportaciones. Así que en términos de fiscales es un régimen virtuoso. No sé, tendrá todas las discusiones como cualquier otra gran empresa en la Argentina, pero el problema acá no es la empresa, es el dueño, básicamente».
Es decir que hay dos visiones sobre el mismo punto: lo que desde el Estado se ve como promoción para que las empresas se consoliden y devuelvan a la sociedad lo que se invirtió en ellas, desde el punto de vista empresario se ve como un costo injustificable que empuja a empresarios como Galperín a mudarse a otros países con menos carga impositiva. Es decir: el Estado es bueno cuando da y malo cuando recibe: ¿pero cómo podría dar si no recibiera? Como explicaba el físico y ex- decano de la Facultad de Ciencia Exactas y Naturales Jorge Aliaga, con la mitad de lo que se exime de pagar a ML se pueden cubrir todas las becas doctorales del CONICET. La educación gratuita que permite tener trabajadores calificados también beneficia a las empresas.
En resumen parece correcto subsidiar a una empresa para que crezca y pueda competir, pero no darle un plan a una familia para que los chicos puedan comer e ir a la escuela. La primera lo necesita, los demás deben emprender con lo que tienen.
Como los Estados son cada vez más débiles y necesitan (o creen necesitar) cualquier tipo de inversión, compiten para bajar impuestos, abaratar el trabajo, reducir controles ambientales, etc. De esa manera atraen capitales que obtienen mayores ganancias que se reparten entre un pequeño número de accionistas. Para ellos los impuestos son un obstáculo para el crecimiento, no un mínimo igualador de oportunidades en educación, alimentación, salud, etc. para que otros ciudadanos se acerquen al menos un poco más a la oportunidad que tuvo Marcos Galperín de emprender.
Viejo capitalismo
Poco queda de las promesas de los tecno emprendedores de hacer un mundo mejor gracias a sus plataformas. Día a día crecen las multas y demandas contra las grandes corporaciones por evadir impuestos, prácticas monopólicas, engañar con promesas de privacidad, mostrar falsas ofertas para beneficio propio, perseguir a los trabajadores para que no se sindicalicen o generar una «crisis de salud mental» entre los jóvenes de los EE.UU. solo por mencionar algunas. Parece un precio muy alto para obtener algunos puestos de trabajo en el que no se pagan las horas extra.
Todo eso ocurre, además, con empresas que declaran enormes ganancias que permiten a sus dueños viajar al espacio mientras sus trabajadores necesitan cupones de comida para alimentarse. Otros tecnoemprendedores ya reconocieron que, como mínimo, no son parte de la solución y se construyen refugios para salvarse solos cuando llegue el cataclismo final.
En definitiva, lo que se juega es el modelo de sociedad: una en la que cada uno es libre de hacer no lo que quiere, sino lo que puede según los recursos materiales, educativos, sociales, etc. que disponga y que están tremendamente mal distribuidos. Porque, en definitiva, aunque intenten reescribir el pasado, la meritocracia son los padres, las exenciones impositivas, los contactos disponibles y un montón de recursos más que no se encuentran en el garaje promedio.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/705337-marcos-galperin-el-modelo-milei-y-el-mito-del-emprendedor