En medio de la guerra, la encargada de tirar la bomba fue – como es habitual – Elisa Carrió. Mientras los negociadores de los bandos enfrentados del PRO terminaban de destrabar el ingreso de José Luis Espert a Juntos Por el Cambio, la líder de la CC salió a marcar la cancha de la interna cambiemita saliendo a decir algo que, hasta ahora, solo era bronca mascullada por lo bajo en las terminales del larretismo y el radicalismo. Esto es: que la fantasía de Mauricio Macri es romper con JxC, aliarse con Javier Milei e implementar, por la fuerza, las reformas brutales que no pudo terminar de aplicar en su gobierno. «La represión indiscriminada para imponer orden va a hacer que terminemos con delitos de lesa humanidad cometidos por el Estado y muchos ministros y presidentes van a ser condenados», llegó a advertir, tremendista, la socia fundadora de JxC. Es una cuestión de estilos: la maniobra de Horacio Rodríguez Larreta para intentar sumar a Juan Schiaretti no hizo más que exponer la fractura de dos proyectos que, en la práctica, se pelean sobre cuál es la mejor manera de imponer un ajuste cuando sean gobierno. Y, ahora, en medio de ese debate a cielo abierto, macrismo y larretismo participan de un juego de la gallina para ver quién rompe primero.  

«Es muy difícil mantener una estrategia cuando los líderes políticos no tienen estrategia. Y sobre todo cuando esos partidos, como el PRO, no tienen líderes que coaliguen a las distintas partes de un partido, sino que, por el contrario, parten al partido en dos. Ese es el caso de Mauricio Macri», comenzó, serena, casi informativa, Elisa Carrió en una zoom con militantes de la Coalición Cívica el miércoles por la noche. En fragmentos de videos que ella misma se encargó de subir cuidadosamente a sus redes sociales, Carrió se dedicó de desarrollar, desde su base de operaciones en el Instituto Hannah Arendt, el ABC del libreto larretista. Es decir, la hipótesis de que existen dos espacios que compiten en el PRO: uno de centro, «que no quiere los extremos» ni «la destrucción total de algunos principios en función de tener votos», y otro que, en cambio, es liderado por Mauricio Macri y va por «un ajuste brutal en las clases medias» de la mano de Javier Milei.

«Ese espacio (el de Macri) se ha corrido a un espacio más cercano a Milei. Y va por un ajuste brutal en los primeros cuatro meses de gobierno, marcado por una idea orden que no proviene de la Justicia, la República ni los Derechos Humanos, sino de un orden represivo que sostiene hay que matar si es necesario», lanzó y, como si fuera poco, usó la palabra maldita con la cual el kirchnerismo fustigó a Mauricio Macri durante los cuatro años que fue presidente: «Represión, sin compasión, es una de las formas de la dictadura». 

Las palabras de Carrió, lejos de ser un exabrupto marginal, representan el núcleo de lo que las filas del larretismo vienen mascullando hace meses. El detonante fue la movida que el jefe de gobierno porteño ensayó con Juan Schiaretti, pero ya hace tiempo que en el armado electoral de Larreta vienen sospechando que el «verdadero» candidato de Macri es Javier Milei. «Milei es hoy quien expone mejor sus ideas. Más que Patricia incluso. Y todo lo que sirva para que no ampliemos y no tengamos más votos, sirve», aseguró una de las principales voces del larretismo.

A cinco días del cierre de las alianzas, la coalición opositora se encuentra dividida entre un sector mayoritario – compuesto por el radicalismo que encabeza Gerardo Morales, la Coalición Cívica, el Encuentro Republicano de Miguel Angel Pichetto y, por su puesto, el larretismo – que busca ampliar las bases de JxC para sumar más votos y uno minoritario – liderado por Macri, Patricia Bullrich y un pequeño sector del radicalismo – que se resiste porque considera que «desperfila» el espacio. Al menos oficialmente. Para el ala dura del PRO, el interés de Larreta en Schiaretti no representa más que su terror ante la caída en picada de su imagen en la mayoría de las encuestas. Y, para el larretismo, la resistencia de Macri a «su viejo amigo» Schiaretti se debe sólo a que fue propuesto por Larreta «y no quiere que Larreta sea presidente». A eso y al hecho que sospechan que, en el fondo, lo que quiere es llevar a Larreta a una ruptura y «hacernos pagar el costo a nosotros». 

La discusión, en el fondo, gira en torno al esquema de gobernabilidad que cada facción tiene. Para Rodríguez Larreta la única manera de implementar las reformas estructurales «necesarias» – laborales, previsionales, impositivas – es con una «nueva mayoría» que acompañe en el Congreso y permita blindar al gobierno frente al inevitable repudio popular que estas medidas generarán. En el núcleo larretista gustan recordar del episodio de las vallas y la movilización frente a la casa de Cristina Fernández de Kirchner luego de que se diera a conocer el fallo de Vialidad: «Cuando los manifestantes voltearon las vallas se dio una discusión muy fuerte entre Patricia y Horacio, en la que ella le dijo que tenía que reprimir porque si no era un pusilánime. Al final se abrió un canal de diálogo y se logró sacar a la gente sin reprimir», se jactó una dirigenta del círculo de Larreta, sin aclarar que fue la decisión del jefe de Gobierno porteño de vallar el hogar de la vicepresidenta lo que terminó derivando en el caos.

En el bullrichismo, mientras tanto, se vuelcan más a una postura de mano dura, por un lado, y alianzas pendulares con los libertarios por el otro. Y advierten, en cambio, sobre el peligro de que se les continúen filtrando votos hacia Javier Milei si se suman dirigentes que fueron «funcionales al kirchnerismo» como Juan Schiaretti. «Hacen que la puerta de contención que tiene Patricia sobre el voto duro se abra y termine en Milei. Es peligrosísimo», insiste un dirigente bullrichista, y remata: «Nosotros nunca hicimos nada para ir contra de JxC, nosotros siempre estuvimos del mismo lado. Es Horacio quien se dio cuenta que pierde la interna y entonces quiere romper e ir a buscar los votos por otro lado». 

El desembarco de Espert

Si bien la discusión sobre el desembarco de Juan Schiaretti quedó, de momento, en un empate técnico, el larretismo logró anotarse una victoria con el ingreso oficial del economista ultraliberal, José Luis Espert, a JxC. Fueron días de negociaciones furiosas que estuvieron a cargo, por un lado, del titular del PRO, el bullrichista Federico Angelini, y, por el otro, el secretario general del partido, el larretista Eduardo Machiavelli. La UCR, la CC y Encuentro Republicano ya habían dado su aval y faltaba solo conseguir sortear la resistencia de Patricia Bullrich, quien había estado intentando condicionar el ingreso de Espert a cambio de que no fuera candidato presidencial (ya que temía que le robara votos). Y, finalmente, el miércoles a la noche, tras mantener una charla con el referente de Avanza Libertad para discutir los términos del acuerdo, terminó aceptando. Eso sí, sin condicionamientos. «Voy a ser candidato a presidente», aseguró el propio Espert poco después de que se rubricara el acuerdo. «Esperemos», sostuvieron, sin embargo, desde el bullrichismo. 

Resuelta la incógnita de Espert, ahora solo falta definir la incorporación de Juan Schiaretti. Larreta y Morales continúan negociando con los armadores de Schiaretti – Diego Bossio y Florencio Randazzo -, pero en el macrismo son tajantes. «Todo el país sabe que esa decisión es completamente inoportuna, eso ya no se debate más», afirmó la propia Patricia Bullrich en La Matanza, mientras encabezaba una recorrida junto a su candidato a gobernador, Néstor Grindetti.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/556650-los-socios-de-juntos-por-el-cambio-estan-cada-vez-mas-lejos

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