En febrero de este año tuvimos la oportunidad de participar de la realización de un estudio de opinión pública (*) y ahí detectamos que, en el actual clima del país, hay cosas que ya no funcionan para dialogar con la sociedad desde la política. Pero también que hay cosas que sí. Fundamentalmente, detectamos que el sector que se veía atraído por la propuesta de Javier Milei mostraba una situación muy dinámica, con potencialidad de crecimiento. Pero también que había y hay forma de frenar esa velocidad y esa adhesión.

Los resultados de ese conjunto de grupos focales del que participaron jóvenes y adultos con empleos precarios los fuimos presentando a dirigentes, sindicatos, militantes y grupos de trabajadores. Hoy compartimos en estas líneas las cosas que aprendimos. Ninguno de estos aprendizajes funciona como una “posta” y seguramente no agotan ni cierran los abordajes que pueden y deben hacerse sobre este nuevo fenómeno político y social. Esperamos, sin embargo, que puedan convertirse en herramientas concretas para la tarea que estamos llevando adelante los militantes populares: debatir y conversar, mano a mano, cara a cara, con ciudadanos y ciudadanas que se van a expresar en las próximas elecciones.

  • Más que un clima “antipolítico” lo que vemos es una “antipolítica demandante”. Se requiere de los dirigentes políticos para estabilizar la economía. Los votantes abrirán una ventana, quizás por última vez, para que les expliquen cómo los candidatos piensan estabilizar esa economía. No con eslóganes, sino contando con la mayor claridad posible esos mecanismos.

  • Ninguno de los grupos considera que el país está como está por cuestiones “macro”, léase: la deuda, la pandemia, la guerra o la sequía. Esos fenómenos se conocen, pero más bien se señalan como responsables a personas o grupos particulares, ya sea por lo hecho o lo no hecho. Para los adherentes a Milei son “los políticos en general” y para los votantes de Unión por la Patria, “los empresarios”, el “Poder Judicial” o “las potencias extranjeras”.

  • Los datos “positivos” de la gestión actual (que los hay, como por ejemplo la creación de empleo registrado) ni resultan verosímiles ni abren la posibilidad de una charla sobre el futuro de la Argentina. Muchas veces generan descreimiento o risas.

  • Cuando charlamos sobre cuándo el país estuvo un poco mejor, hay un nombre que cruza todos los grupos, incluso entre los adherentes a Milei: Néstor Kirchner. Así como nosotros podemos decir “Néstor y Cristina”, ellos pueden decir sin dramas “Menem y Néstor” (nunca Macri). Aunque no lo hayan vivido y se lo hayan contado sus padres.

  • Los jóvenes que apoyan a Milei sostienen que el país está “roto”. Eso no quiere decir lo mismo que pensar que el país está “en crisis”, “convulsionado” o “descendiendo”. Si se cree que está roto, entonces nada ni nadie sirve más y la forma de salida de esa situación puede ser extrema. Uno puede respetar esta posición, como cualquier otra, pero no puede “dejarla pasar”. Porque esa postura “hace política” de manera muy concreta. Permea a otros grupos y marca el clima en el que se está discutiendo.

  • Esos mismos jóvenes piensan que están pagando los platos rotos por decisiones que tomaron otros que vinieron antes. Quieren salir de la híper-precarización, estabilizar su vida, poder proyectar y disfrutar de los frutos de su trabajo. No hablan de una motosierra ni de eliminar ministerios. Quieren vivir mejor.

  • Los votantes más “duros” de Milei (en general estos jóvenes) también están más desinformados. Pueden pensar que Vaca Muerta es un boliche o una parrilla de Puerto Madero. Creen que YPF es una empresa que da pérdida, no que el año pasado ganó 2 mil millones de dólares. Si se les dice que en Neuquén está el segundo yacimiento mundial de gas, piensan que de allí aún no se está extrayendo nada para ningún hogar ni industria de la Argentina. Pueden argumentar que Milei es “de centro” porque se opone a dirigentes “de izquierda” y “de derecha”.

  • Esos votantes no son un grupo compacto. Por supuesto que hay allí hay quienes adhieren a discursos de odio o ven aspectos positivos en el “primer Hitler”. Sector este al que no debiéramos dejarle “pasar una”, por motivos obvios. Pero otros adherentes (muchos) no pueden nombrar ninguna propuesta concreta de Milei. Pueden sentirse atraídos por la novedad, la fuerza o el hecho de que consideran que “sabe de economía”. Pero hay mucho espacio para que se enteren de otras cosas que aún no saben.

  • Cuando estos votantes se enteran de que Milei promueve la portación libre de armas, la venta de órganos, el comercio de niños, la eliminación de la obligatoriedad de la educación primaria, el arancelamiento de la educación, dar de baja la Educación Sexual Integral o permitir la contaminación libre de los ríos, los grupos rápidamente se “parten”. Como le pasó a Pampita Ardohain, quien dijo que un país con armas libres no es el que quiere para sus hijos, las primeras que toman distancia son las mujeres.

  • Los votantes jóvenes de Milei creen en el cambio climático, en la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, en la Educación Sexual Integral. No creen que quitando todo eso se esté haciendo justicia o que sus vidas vayan a mejorar.

  • La “locura” de Milei no es tanto un problema y hasta puede ser un elemento atractivo. Como dijimos: el tema es locura para qué. ¿Para que se regalen armas y se vendan órganos? ¿Para que haya bebés que se tratan como cosas, como en otras épocas de nuestro país? El límite es fino y a veces el candidato de La Libertad Avanza aparece no como un loco o un excéntrico sino como un payaso. La cosa no está para payasos. Uno puede ser rebelde pero ¿fascista? Eso es atractivo para algunos, pero para otros (y otras), no.

  • Con respecto a las costumbres extrañas de Milei, los argentinos parecen ser firmes defensores del Artículo 19 de la Constitución. Ese que señala que “las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados”. En esto sí somos casi todos liberales.

Para terminar: el desafío de dialogar de política, en un clima de escepticismo, bronca y pesadumbre, es enorme y complejo. La ausencia de una perspectiva de futuro, de un horizonte de expectativas, no hace más que agravar esa dificultad. Pero hay posibilidades de dar el debate y convencer. Negar el malestar no parece ser la salida, pero sí hace falta abrir una discusión sobre el carácter de ese malestar: no es lo mismo atravesar una crisis que vivir en un país de mierda. En ese mismo sentido, se puede conectar con el deseo de quienes, a través del voto a Milei, expresan ganas de vivir mejor: de estabilizar su vida, de proyectar un futuro, de salir de esta experiencia de inflación y desorden. Aunque no esté de moda, la información y los valores humanistas de justicia e igualdad siguen siendo una herramienta valiosa.

Convencer hoy no es fácil, pero con inteligencia, escucha, convicción y militancia, la política todavía puede.

* El estudio de opinión que se menciona al inicio de esta nota fue desarrollado por los autores -a instancias del ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis, y su equipo de comunicación- junto a Ezequiel Ipar y Lucía Wegelin, del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos (LEDA) de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam). Se trabajó en doce grupos focales con jóvenes y adultos con empleos precarios del AMBA y del interior. Se trató de tres tipos distintos de grupos: simpatizantes de Javier Milei, votantes del peronismo y personas que habían participado de los cursos de capacitación Argentina Programa, ofrecidos por el Estado Nacional.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/586304-la-politica-puede