Cuando Interpol informó que nadie en el avión venezolano-iraní estaba requerido por la Justicia, la oposición se quedó sin argumentos, entró en un cono de silencio y dejó en el aire las acusaciones tremendistas que había revoleado sin datos ni pruebas. Tras el discurso de Alberto Fernández en la Cumbre de las Américas, el macrismo inventó escándalos sobre el avión y sobre el gasoducto Néstor Kirchner. Los dos temas se cayeron y pusieron en evidencia a una oposición cuyo único recurso es un denuncismo que a esta altura solamente convence a los que quieren ser convencidos. Con la oposición en un cono de silencio, el Gobierno entró en modo activo y decretó el Presupuesto que le había negado el macrismo. La inflación cede, pero más lenta que la velocidad de la política y que la urgencia popular ante la carestía de la vida.

El recurso de la denuncia permanente y sobreactuada, con escenas de histeria contra el “gobierno, estos inútiles, estos inoperantes, este barco sin timón, que permiten la entrada como pancho por su casa de terroristas internacionales”, resulta una degradación de la política. Salieron todos, desde los radicales, pasando por los de Elisa Carrió y Patricia Bullrich, que habló como si supiera.

Ninguno presentó pruebas ni explicó nada. Hicieron un relato inventado, usando sugerencias y potencialidades donde haber nacido en un país sería sinónimo de terrorista o de indeseable. Hablar con esa suficiencia de algo que es pura mentira, por lo menos tendría que comprometerlos ante el público que los escucha y les cree. Deberían explicar por qué inventaron algo que desmintió la Justicia, Interpol y hasta Washington, que felicitó la forma como había reaccionado el gobierno nacional.

En esa marea caótica se dio una competencia mezquina entre denuncistas que se autoelogian porque ellos también están en modo interna. “Fíjense después a quién votan –decía una integrante de esa comparsa– nos critican pero nosotros somos los únicos que tenemos la valentía de denunciar.”

En esa sobreactuación hueca, Cristian Ritondo viajó a Washington para reunirse con el desprestigiado secretario general de la OEA, Luis Almagro, un indefendible después de su actuación en el golpe de Estado contra Evo Morales en Bolivia. Ritondo cuestionó a Alberto Fernández por sus críticas a los golpistas de la OEA.

Y Horacio Rodríguez Larreta, que en esta campaña trata de mostrarse razonable, balbuceó alguna expresión tipo “es una vergüenza” o “aqui dejan entrar a cualquiera” por el famoso avión. La aeronave tiene los papeles, la carga y la tripulación en regla, al igual que sus itinerarios. La Justicia local se desespera para encontrar algo que justifique los berrinches del macrismo y no encuentra nada. Interpol dice que todo está bien. Y lo mismo Washington. En su carrera, el macrismo confunde la “valentía de denunciar” con la difamación. Y le arrebata a la sociedad la posibilidad de un debate más serio sobre temas que le afectan.

El juez Daniel Rafecas archivó la causa sobre el gasoducto Néstor Kirchner que había surgido a partir de afirmaciones del despechado exministro de la Producción Matías Kulfas. La denuncia al cuete fue presentada por la frustrada exministra de Salud y exkirchnerista Graciela Ocaña y el ultraderechista Waldo Wolff tratando de montarse en la afirmaciones de Kulfas. Ocaña fue también la que hizo una denuncia miserable contra el plan Kunita y, gracias a ella, 70 mil familias no pudieron ser asistidas por ese plan que buscaba combatir el colecho, que es el principal motivo de muertes de bebés.

Kulfas dijo que no había delito, Techint explicó que habían confundido el diámetro de los caños con el grosor de las láminas, la fábrica nacional dijo que no pueden fabricar esos caños y Macri, que paró la construcción del gasoducto durante los cuatro años que gobernó, salió a decir que no la frenen ahora, porque el que se beneficiará de la obra será el próximo gobierno sin poner un peso.

El ridículo y la mentira deberían tener un costo político para cualquiera que incurriera en ellos, ya fuera del peronismo, kirchnerista o no, la izquierda o el macrismo. Son lacras que debieran ser extirpadas de la cultura política porque generan un impulso odiador prejuicioso como el de las multitudes de linchamiento. La cultura política de los argentinos, a derecha o a izquierda, se resiente y pierde inteligencia y calidad democrática porque se generan multitudes manipulables en forma emotiva irracional.

Una consecuencia de ese discurso llevado a la máxima potencia es Javier Milei, un personaje estrafalario que tenía un programa que nadie veía en una señal de cable que tampoco veía nadie. Y por lo único que sobresalía era por las mismas payasadas que hace ahora. La pregunta es por qué esas payasadas antes no convocaban a nadie y después se habían convertido en el fenómeno esplendoroso del neoliberalismo más rancio.

Los medios hegemónicos empezaron a instalar a Milei de esa manera, el personaje recibía más atención de esos medios que figuras políticas de relieve verdadero, del kirchnerismo o del macrismo. El personaje histriónico, sin propuesta real, más que una sobreactuación de la antipolítica y la naturalización de la abolición de derechos que la humanidad demoró siglos en alcanzar, fue proclamado por los medios hegemónicos como el gran emergente del neoliberalismo.

Lo mostraron tanto que, finalmente, consiguieron un resultado electoral. Y como logró el envión mediático, también tuvo el respaldo de grandes empresarios. Y así, de la nada, sin un solo argumento que lo justifique, este personaje histérico, rápido de reflejos por su práctica en los medios, pero sin sustento científico serio, logró su primer impacto electoral.

El resultado extendió el pánico en las filas macristas, cuyo espacio había sido invadido por el discurso burdamente derechizado de Milei. Hubo politólogos que hablaron de la derechización de los argentinos. Y el macrismo se corrió en masa aún más a la derecha.

De esta manera, la figura de Milei, impulsada por una inesperada campaña mediática de las corporaciones hegemónicas y sostenida por algunos empresarios, produjo un efecto de derechización del escenario político. Y con ello, tiró una soga de auxilio a un Mauricio Macri que había quedado muy golpeado después de un gobierno desastroso y de su derrota electoral.

La derecha y un sector importante de los empresarios –los que participaron en el encuentro de Bariloche y después en el acto de la AEA– dan por seguro que el próximo gobierno será de la derecha. Ese sector no ocultó su respaldo al macrismo. Son empresarios ideologizados por la derecha. Aunque perdieron con el gobierno macrista, lo prefieren al de Alberto Fernández, con el que recuperaron lo que habían perdido y ganaron aún más. Este sector piensa que Macri fracasó porque no fue más a fondo con las reformas laborales, previsionales, con la eliminación de subsidios y de planes solidarios.

Cuando el escenario político se corrió a la derecha empujado por esa irrupción de Milei, Macri retomó protagonismo en la interna de su fuerza y el macrismo en general derechizó un discurso que parecía buscar un centro más moderado. En ese momento empezaron a aparecer noticias que mostraban la caída del falso libertario en las encuestas, envuelto en una ruidosa interna con ribetes de mal gusto. Perdió respaldo mediático así como el sostén económico. La derechización del macrismo se produjo por obra de esa campaña publicitaria de lanzamiento de Milei, como si fuera un producto del mercado.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/430255-la-histeria-del-avion