El 11 de marzo de 1973, la fórmula del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI), encabezada por Héctor J. Cámpora y Vicente Solano Lima, ganó las elecciones nacionales por el 49 por ciento de los votos. Quien había sido presidente de la Cámara de Diputados de la Nación en la primera presidencia de Juan Domingo Perón, odontólogo de profesión, el último delegado personal del General, llegó a la primera magistratura como premio a su lealtad y también como resultado de la proscripción impuesta por el gobierno de facto para esos comicios.

¿Quién fue el principal enemigo de Perón cuando decidió volver al país? Las Fuerzas Armadas ligadas al imperialismo y a la oligarquía que había logrado que uno de los suyos llegara a la Presidencia: el general Alejandro A. Lanusse pertenecía a una de las principales familias ganaderas.

Perón, además, tenía un frente interno en el sindicalismo con Rogelio Coria, dirigente de la UOCRA, quien acordaba con Lanusse. También debía conducir a la juventud peronista y a Montoneros que pretendían que el General compartiera con ellos la conducción del movimiento y que no distinguían entre los dirigentes gremiales. Para ellos todos, salvo las excepciones de Agustín Tosco y Raimundo Ongaro -entre otros- eran traidores y burócratas, y no diferenciaban entre Coria y José Rucci, secretario de la CGT y leal a Perón.

Pero, por sobre todo, regía la cláusula impuesta por el gobierno militar que impedía que fuera candidato quien no residiera en la Argentina antes del 25 de agosto de 1972, y Perón había regresado el 17 de noviembre de ese año.

Si Perón no podía ser candidato, veamos qué nombres se barajaron entonces. Por un lado estaba Jorge Taiana, al que lo ligaba un gran afecto, pero que estaba apoyado por empresarios muy amigos del embajador de los Estados Unidos. El otro era Antonio Cafiero, sostenido por los gremios y por la Iglesia, pero se decía que se había reunido con Lanusse.

Fue entonces cuando se decidió por la fórmula Cámpora–Solano Lima, un ex diputado en sus dos primeros gobiernos y un dirigente conservador respectivamente. El General se fue del país y le dejó encargado a Juan Manuel Abal Medina, secretario general del Partido Justicialista, que hiciera el anuncio en su ausencia y que lograra que el Consejo Nacional del partido lo aprobara.

Perón no quería volver a gobernar. Su intención era dedicarse a fortalecer la relación con los líderes de América Latina para enfrentar a Estados Unidos. En Perú gobernaba Juan Velazco Alvarado, Juan José Torres en Bolivia, Salvador Allende en Chile, Fidel Castro en Cuba y Omar Torrijos en Panamá. En 1971, Torres fue desplazado en Bolivia por el golpe de Hugo Banzer. Velazco Alvarado en Perú estaba mal de salud y fue reemplazado por Francisco Morales Bermúdez. Allende tenía dificultades para gobernar y fue derrocado después por el golpe de Augusto Pinochet.

Cuando Perón regresó definitivamente, el 20 de junio de 1973, se produjo la masacre de Ezeiza provocada por la derecha del peronismo, en un operativo conducido por Jorge Osinde, un hombre del ministro José López Rega quien ya pergeñaba la Triple A para exterminar a la izquierda del movimiento en donde ubicaban a Cámpora, quien no pudo conducir tantas fuerzas internas encontradas. Todos coincidieron en que el único capaz de hacerlo era Perón, quien debió aceptar ser el nuevo presidente, a pesar de sus 77 años y su salud muy deteriorada.

López Rega insistía en que Cámpora traicionaba al General instaurando “la patria socialista”. Sin embargo, cumplió a rajatabla el plan establecido en el Pacto Social. En sólo 49 días que duró su gobierno, logró rebajar y poner precio máximo a la carne, congeló los precios de los medicamentos y de 18 alimentos; aumentó los salarios en 200 pesos, entre un 10 y 20 por ciento para la mayoría de los trabajadores. Suspendió las paritarias por dos años, nacionalizó los depósitos bancarios, amplió las tareas de las Juntas Nacional de Granos y de Carnes para controlar el comercio exterior y envió al Congreso una ley para poner un impuesto a la renta de la tierra con la intención de exigir mayor productividad. Además de renovar las autoridades de la Universidad. Cuando Perón se hizo cargo del gobierno el Pacto Social estaba implementado.

Sin embargo, el acoso de López Rega no cesó. Cámpora fue designado como embajador en México, pero en 1974 también debió renunciar. Dicen que fue el último decreto que firmó Perón, apoyando el papel en una almohada porque ya no podía levantarse. Tras la muerte del General, fue expulsado del Partido Justicialista. Una injusta paga para quien había hecho de la lealtad su principal virtud.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/530641-hector-campora-la-lealtad-y-el-pacto-social