Cuando el «Supremo» ex defensor de corporaciones y medios desde su buffet y actual defensor de los mismos desde la Corte Suprema dijo que frente a una necesidad no hay un derecho porque eso tiene un costo, algo que repitió Javier Milei en su postulación presidencial (ante casi nadie, a Dios gracias) no sólo estaba defendiendo los intereses de las clases dominantes sino que muy a conciencia estaba tocando el corazón de los más humildes que aún hoy a muchos años de su fallecimiento siguen venerando a Evita porque saben lo que hizo y como defendió a su pueblo.

Mí madre le hubiera dicho que antes de hablar así de Evita, porque de ella hablaba y no sólo de números, se lavara bien la boca con detergente y lavandina.

No creo que mucha gente vaya al entierro de Carlos Rosenkrantz. Sí sabemos del sepelio más grande de la historia argentina y no sé si mundial.

No deseo la muerte de nadie pero tampoco seguir viendo en cargos tan importantes y necesarios a personas de tanta bajeza moral.

Evita también evitaría o mejor dicho enfrentaría a Braun y a tantos otros Braun que se ríen del dolor, del hambre y del sufrimiento de nuestro pueblo. Ya no es pasar de largo frente al hermano caído, sino robarle lo poco que le queda en el bolsillo. Ya no son los empresarios los que tienen miedos a los saqueos, es el pueblo el que es saqueado diariamente por muchos empresarios.

Que distinto a estas actitudes la de Evita que cuenta su confesor el Padre Benítez:

«Yo la acompañaba, a veces, a barrios suburbanos, en noches frías de invierno, a llevar medicamentos a un enfermo y entraba con ella en una casita humilde. En una cama, un señor jadeaba con dificultad y en su rostro se veían llagas profundas, purulentas.

Ella entraba, saludaba a todos, dejaba los medicamentos en una mesa y luego se acercaba al hombre para darle una palabra de aliento y le besaba la cara. Y yo, pastor de Cristo, que había estudiado el Evangelio en el colegio Máximo de Devoto, yo, que había dado no sé cuántas misas y había predicado en la Catedral, daba un paso atrás, yo, sacerdote, imagínese… Ella salía y me retaba. Era terrible: Pero Padre, usted se cree que vinimos nada más que a traer medicamentos como hacían las oligarcas de la Sociedad de Beneficencia?; Vinimos a traer solidaridad, a que este hombre se sienta uno como nosotros, un argentino por el cual otros argentinos se preocupan y sufren por su estado y quieren fervientemente que se sane.

No va a decir que no lo entiende, Padre…¡Terrible! Ella era más cristiana que yo, para ella el cristianismo no era un sermón, ni una hostia, era mucho más, era sentir el dolor de los desamparados ¿comprende?»

Si la concentración de la riqueza es un hecho constatable en nuestro país, queda claro que no es que no haya recursos para convertir una necesidad en un derecho sino que están bien entrenados para enfrentar a los que osen arrancarles sus prebendas. Tenemos muchos ejemplos en nuestra historia desde golpes de Estado a un buen recurso de amparo que a estas gentes casi nunca se le niega.

Por eso ellos necesitan de gobiernos liberales que los defiendan, por eso odian al peronismo pues saben que solamente en épocas de gobiernos nacionales y populares, es cuando a fuerza de luchas y muchas veces de a poco, las necesidades se van convirtiendo en derechos. Podríamos hacer una larga enumeración desde el voto femenino al matrimonio igualitario, desde el aguinaldo a la doble indemnización por poner un par de ejemplos

Duelen estas expresiones pero sobre todo dan miedo del monstruo que podemos crear con nuestro voto el año que viene. Ya no podremos decir que no lo sabíamos, que nos engañaron. «No van a decir que no lo entienden» nos diría Evita.

Todo cierra, son lo mismo, Rosenkrantz, Milei, Braun, Bullrich, Larreta que ya te prohíbe hasta hablar con la e, ¿ok? I,m sorry.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/429294-evita-a-rosenkrantz