Cuando los diputados oficialistas terminaban su discurso, el jueves a la noche, gritaban “Viva la libertad, carajo” mientras afuera del Congreso tropas de Gendarmería, Prefectura y la Federal impedían a palazos la libertad de expresarse a miles de personas. Como si el significado de la palabra libertad estuviera representada en cada garrotazo o balazo de goma que disparaban contra los jubilados que reclamaban por sus magros ingresos.
Y mientras la represión sin sentido ni explicación se ensañaba con los que manifestaban en forma pacífica en la Plaza de los Congresos, el súperpresidente de los argentinos Javier Milei, repartía alrededor de 400 likes y retuits. Para ilustrar su idea de libertad, difundió en las redes una imagen que mostraba un león que surgía detrás del Congreso y devoraba a una multitud de manifestantes que agitaban banderas argentinas. Ni siquiera se molestó en sacarle las banderitas. Cualquier que viera esa postal podría deducir que el león era el enemigo de los argentinos.
La represión ordenada por la ministra Patricia Bullrich cuando ya llegaban a la plaza contingentes de espontáneos, desplazó del centro de atención a la nueva postergación de la votación en general de la ley ómnibus. La idea fija de Bullrich es manejar a la sociedad con el miedo. Desde la mañana se podía ver el despliegue inusitado de cientos y cientos de efectivos de las distintas fuerzas de seguridad, incluyendo cadetes, con ropa de choque, motociclistas, hidrantes y vallas de seguridad que rodeaban cualquier entrada al edificio.
Pese al publicitado y enorme dispositivo de seguridad, cuyo único objetivo fue amedrentar, varios miles de manifestantes de izquierda en principio y de jubilados, se fueron juntando frente al Congreso. A partir del allí empezó la provocación. Las únicas veces que se cortó el tránsito en la avenida fue a causa de las tortugas ninja y los motorizados de la policía. Ese tironeo entre manifestantes y policías hizo que empezaran a llegar decenas de espontáneos enojados por la actitud represiva. Hubo incluso carteles de la Juventud Radical.
Quizás su condición de conversa le impida reconocer a Bullrich que si el despliegue de las fuerzas represivas amedrenta a un sector, motiva a otro, que se enoja y se moviliza aunque no pensaba hacerlo. Es más fácil creer que la gente se mueve por temor. En parte es así, y en parte no. Y a veces hay actitudes que incluso hacen retroceder al miedo. Es decir, ese despliegue desproporcionado no funcionó como factor de disuasión, sino de provocación y al final había varios miles de personas que no habían sido convocadas por ninguna fuerza política.
Lo real es que el escenario mostró de un lado la represión desproporcionada en el exterior y varios violentos convocados por el oficialismo como patota para amedrentar a los legisladores de la oposición, entre los que estaban el activista Tomás Agote y Leonardo Sosa, uno de los dirigentes de la agrupación Revolución Federal, fuerza de choque del PRO en su momento y ahora de la Libertad Avanza, financiados por empresas de la familia del ministro Luis Caputo. Del otro lado, manifestantes pacíficos que ejercían su derecho a la protesta y legisladores de la oposición que no necesitaron barras en los palcos. Dos modelos de país que identifican con claridad de qué lado está la violencia real.
También fue una forma de la ministra de hacerse notar cuando Mauricio Macri inició una movida para desplazarla de la conducción del PRO. Macri volvió a irritar a Milei con la versión de que buscaba reemplazar a Bullrich porque la debilidad del gobierno en marzo lo obligará a buscar respaldo en el PRO. Milei convocó entonces al ex competidor de Macri, el motonauta Daniel Scioli, para ocupar la secretaría de Turismo y Deporte.
La incorporación del ex candidato presidencial del Frente de Todos a un gobierno que está en las antípodas de aquella propuesta, más la mala gestión del anterior gobierno, puso en evidencia fallas conceptuales en el casting de candidatos del peronismo.
Scioli volvió a sus orígenes en el menemismo. Y es probable que allí esté tomando forma una confluencia de todos los tránsfugas del ciclo kirchnerista del peronismo con la perspectiva de quebrar al movimiento popular en futuras elecciones. Scioli, el cordobesismo, Luis Barrionuevo, Miguel Angel Pichetto, Eduardo Duhalde, el impredecible Gobernador tucumano, Osvaldo Jaldo y otros integran esa lista.
Es difícil recordar otro gobierno tan desordenado. Federico Sturzenegger había organizado esa encuesta de intereses corporativos y financieros que es la ley ómnibus como una hoja de ruta para Patricia Bullrich. Pero Milei convirtió la hoja de ruta en proyecto de ley, que si no fuera por las incongruencias, es tan abarcadora que implica de hecho una reforma constitucional. El Poder Ejecutivo no tiene atribuciones de asamblea constituyente.
Convertir una hoja de ruta en proyecto de ley constituyó un acto de megalomanía de un Presidente que confunde el ejercicio de una responsabilidad democrática con una performance showmática en la red X o Instagram, donde obtiene más “like”, el más fanático, pedorro y ultra, como sus seguidores el Presto, la Pepona o como lo fue su vocero Manuel Adorni.
Era obvio que semejante mamotreto no sería aprobado a libro cerrado. Entre la megadevaluación y el caos máximo en los precios, que convirtieron a la Argentina en un país con alta inflación, caro en dólares y ciudadanos con ingresos desactualizados en pesos, el índice de confianza del consumidor mostró una caída de 16,2 por ciento en diciembre —cuando fue la devaluación— y otra caída en enero de 10,6 –con el DNU y la ley ómnibus–.
El índice es elaborado por la Universidad Di Tella y es el más valorado por los operadores económicos. Lo normal es que una variación de 1 a 4 puntos se considere una caída importante. Con Milei son casi 27 puntos, una enormidad, en solo dos meses de gobierno. La encuesta Zuban Córdoba mostró a MIlei con sólo 44 puntos de imagen positiva, por debajo del gobernador bonaerense, Axel Kicillof. En su primer mes y pico, todos los presidentes anteriores tenían más imagen positiva.
Unión por la Patria adelantó su rechazo a la ley ómnibus por considerarla una reforma constituyente oculta. El opoficialismo se desesperó para evitarle a MIlei un knock out en el primer round y se enredó en una negociación enmarañada con acuerdos y desmentidos sucesivos, que lo llevó a aprobar un texto del que nadie sabía con exactitud su contenido al punto que el dictamen escrito que llegó al recinto no era el aprobado.
Lo real es que Milei no tenía margen de negociación y concedió casi todo a cambio de la aprobación en general. Aunque quedaron puntos muy dañinos, como las privatizaciones de empresas del Estado, el opoficialismo aprobó en general la ley a ojo cerrado porque ellos son parte de un gobierno al que votaron en segunda vuelta. Milei exhibirá esa aprobación en general como una victoria, pero saldrá muy debilitado.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/709678-el-leon-sin-peluca