Américo Balbuena no mira, mantiene baja la cabeza. El exagente del Cuerpo de Informaciones de la Policía Federal que se hizo pasar por periodista durante once años en la Agencia Rodolfo Walsh, y ahora usa barba, no miró siquiera a sus exjefes cuando declararon. Ayer tampoco miró a su abogado defensor, el exfiscal Jorge Álvarez Berlanda, cuando dijo: «La vida de Balbuena transcurría en muchos carriles que él transitaba, todos al mismo tiempo, no tenía una dedicación exclusiva a la Agencia Rodolfo Walsh como han pretendido expresar acá», sobre uno de los argumentos de la querella. A criterio de las defensas, el objetivo de quienes acusan es atacar a la institución policial, y en particular al Cuerpo de Informaciones de la Federal y a sus agentes secretos porque, sostiene: «no ha podido probar delito alguno». 

Así transcurrió la anteúltima jornada del juicio oral y público a los exagentes de Inteligencia de la Policía Federal acusados de haberse infiltrado durante más de una década en la Agencia Walsh –Balbuena y sus jefes Alejandro Sánchez y Adolfo Ustares– en violación a la ley de Inteligencia, imputados por el delito de abuso de autoridad de funcionario público, en la causa iniciada hace una década por la abogada Myriam Bregman junto a sus compañeros Matías Aufieri, Liliana Mazea y Carlos Platkowski, del Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ceprodh), con la adhesión de las organizaciones sociales, sindicales, de derechos humanos y políticas espiadas. 

«La información no es mala palabra, todos sacamos información», dijo Álvarez Berlanda, y mencionó otros dos cuerpos policiales secretos, en Santa Fé y en la Guardia Civil española. Luego enfatizó que la labor policial se desarrolla en horario discontinuo, 24/7, y por eso no entendía por qué este dato llamaba la atención de la querella. Es que Balbuena trabajaba a destajo, estaba en todas partes a toda hora, era el primero en llegar y el último en irse de cada actividad o conflicto que «cubría». Su defensa reiteró que en su condición de «cuadro B» realizaba tareas administrativas, pero quedó flotando entre el público el interrogante: ¿Cuándo las cumplía si estaba casi toda la jornada en la calle como movilero, tal como confirmaron todos los testigos, y él declaró que colaboraba en la empresa maderera de su familia? 

El abogado defensor repitió que Balbuena llegó a ser oficial mayor de Inteligencia y por eso le dieron la jefatura de sección en la división Análisis, no por mérito sino porque de otro modo hubieran tenido que pasarlo a retiro por falta de asignación. «Era una etiqueta, no tenía personal a cargo, ni caja chica, ni móvil, ni oficina», describió. Poco importó lo que su exjefe y co-imputado Alejandro Sánchez pensaba sobre él, que «tenía pocas luces, no era precisamente James Bond». Paradójicamente el énfasis puesto en que el infiltrado carecía de toda estructura a la cual rendir cuentas es lo que la querella pondera como la absoluta discrecionalidad para desplegar una actividad ilegal como la inteligencia sobre objetivos civiles.

Una de las estrategias de la defensa fue tomar partes de los testimonios aportados por la querella para argumentar que Balbuena era un periodista que ejercía de buena fe su oficio. Álvarez Berlanda dijo que el expolicía ingresó a la Agencia Walsh como invitación de uno de sus fundadores, Rodolfo Grinberg. Página12 confirmó que esto es cierto, pero ocurrió luego de las jornadas de diciembre de 2001. «Es muy difícil pensar que una persona va a estudiar periodismo con la idea de infiltrarse en un lugar que todavía no existía», agregó el abogado defensor, respecto de las fechas en que se cruzaron Balbuena y Grinberg, antes del nacimiento de la Agencia Walsh.

Américo Alejandro Balbuena estudió también la carrera de Técnico Superior en Producción y Creatividad Radiofónica en la Escuela Terciaria de Estudios Radiofónicos (ETER), entre 2002 y 2004. «Si iba a trabajar en la Walsh como infiltrado no necesitaba informar que estaba estudiando», dijo el abogado defensor. «Balbuena tenía vocación por esta carrera, tenía deseos de especializarse, porque al momento de su retiro pensaba hacer de esa profesión una manera de mantenerse activo», agregó. En la sala, alguien dijo por lo bajo: «¿En qué quedamos, era una vocación o un hobby

El defensor insistió en que el objetivo de su cliente era «realizar una pasantía no rentada, para generar un curriculum para el día de mañana tener un trabajo con un ingreso dinerario, no es lo mismo decir trabajé en McDonald´s y quiero entrar a Telefé que decir trabajé en la Walsh, quiero entrar en Telefé», haciendo gala de una ignorancia importante respecto del medio periodístico. «Es como decir que Alfredo Astiz hizo una pasantía cuando se infiltró en la Iglesia de la Santa Cruz y desaparecieron las Madres, es una barbaridad decir que un agente de una fuerza de seguridad del Estado está haciendo una beca en una agencia periodística», había dicho Bregman a este diario sobre la base de la fundamentación de la defensa, tras el alegato en el que la querella solicitó que los exagentes sean condenados.

Periodismo, infiltración y espionaje

«La buena fe de Balbuena, su inocencia, y la lealtad que tenía con el cuerpo y con la agencia, está en su intento de que se cubriera una misa de Famus, nada más lejos de su línea editorial así que lo sacaron vendiendo almanaques», recordó el defensor Álvarez Berlanda. En la Agencia con los años comprendieron que aquello, en realidad, fue un globo de ensayo para medir las reacciones de sus compañeros, dado que se trataba de una agrupación de familiares de represores.

A criterio de las defensas, la causa en sí misma no debió haber existido porque fue producto de la violación de un secreto –que rige para los agentes de Inteligencia–, y debería aplicarse la nulidad que corresponde al llamado «fruto del árbol prohibido»: la identidad de Balbuena fue revelada por el agente arrepentido José «Iosi» Pérez a la periodista Miriam Lewin, tal como reveló la periodista Luciana Bertoia, y ella lo contó a sus colegas Oscar Castelnovo y Grinberg, de la Walsh. 

La defensa de Sánchez y Balbuena planteó la nulidad de algunos de los procedimientos realizados durante la investigación de los hechos. El viernes será el momento en que el juez Rafecas se pronuncie al respecto y, luego de dar la palabra a la querella para sus réplicas y a los acusados para sus últimas palabras, emita su veredicto. 

Álvarez Berlanda también ofició como defensor del exjefe policial Sánchez. «Sánchez negó haber promovido que Balbuena trabajase en la Agencia Walsh, y mucho menos infiltrado, negó haber recibido información porque Balbuena no entregaba información, él trabajaba con su ética periodística en un lado, y con su ética policial en otro, y los caminos no se cruzaban», expresó. Al cerrar su alegato, Álvarez Berlanda mencionó el proyecto de ley de les diputades Bregman y Nicolás del Caño para disolver el Cuerpo de Informaciones de la Federal, y sin explicitarlo dejó flotando que la intención oculta de la querella es perjudicar a la Policía Federal. En tanto, el alegato de defensa de Ustares estuvo a cargo de Hernán Carluccio. «El periodista y el agente secreto trabajan con la misma materia prima, la información», dijo el letrado.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/535912-el-espia-que-no-se-atreve-a-mirar