En la tarde noche del centro porteño se vio de todo. Muñecos de Milei, de Pochita (la mascota con cabeza de motosierra), máscaras de terror, cosplay varios, insultos a cuanto dirigente que pudiera entrar en la flexible categoría de «casta», medios internacionales cubriendo la probable victoria de la ultraderecha por primera vez en Argentina. Y también desahogo de la ira contenida de una multitud contra un sistema que, aseguran, no entiende a su candidato ni a sus propuestas. Javier Milei compartió el festejo con militantes y seguidores, a quienes les prometió «poner de pie a la Argentina» aunque les advirtió que «no es fácil la gesta que se viene».

La tarde prometía un resultado ajustado, que no daba lugar a grandes demostraciones de confianza, más que los cánticos que fluían desde la primera fila de seguidores libertarios, agitados de tanto en tanto por alguno de los dirigentes y militantes que iban llegando al hall del hotel Libertador. Se podía ver a Santiago Oría, por ejemplo, autor del documental de Milei, entonando las primeras palabras de aliento: «Se siente, se siente, Milei presidente». Con carteles pintados sobre cartón corrugado reclamaban «elección sin trampas» y aseguraban que «sobran políticos».

Apenas un puñado de personas esperaban tras la reja el final de los comicios. Jóvenes disfrazados, vendedores de ocasión con los brazos repletos de banderas amarillas con la serpiente en el centro, muñecos del candidato, dólares con su cara y gorras de «Las fuerzas del cielo» y «Make Argentina Great Again». Entre las propuestas de vestuario se destacaba la de un muchacho con la máscara del asesino de Viernes 13. «Lo sigo a Milei desde hace años. Nunca cambió el discurso», dijo el joven que se dedica al marketing y se presentó simplemente como «Jason». La referencia se agotaba en la analogía con la motosierra, ya que reconocía no ser proarmas, aunque sí defensor de una de las máximas del candidato: «El que las hace las paga». De todas formas, las promesas en materia de seguridad quedarían en un segundo plano: «Lo que importa es que arregle la economía. Por eso están todos acá».

Una mezcla de tenso nerviosismo y bronca contenida se respiraba por momentos. Como si se buscara insistentemente con quién descargarla. Asi se alternaban cánticos contra Cristina Kirchner –-«Cristina se va presa»–, Sergio Massa y hasta al mismo Horacio Rodríguez Larreta se lo acusó de «asesino de Favaloro». La impaciencia se expandía al ritmo de los primeros bocas de urna, que daban ganador al libertario. Cerca de las 20 horas, mientras empezaban a llegar cifras confiables, iban entrando los dirigentes al búnker libertario. Casi ninguno se animaba a adelantar una corazonada, salvo Carlos Kikuchi, exarmador del espacio, quien dijo a este medio al pasar rápidamente: «Estamos muy contentos». Era, en efecto, un sentimiento justificado. Para ese entonces, la cantidad de personas había obligado a cerrar la avenida Córdoba. Referentes como Ramiro Marra, Marcela Pagano y Victoria Villarruel salían a saludar con la confianza de tener la victoria al alcance de las manos.

Pero no todo eran seguidores orgánicos de La Libertad Avanza. Una señora con la cara de Patricia Bullrich estampada en su remera repetía que los candidatos del oficialismo «son unos ladrones». Por su parte Nancy, quien hizo 200 km desde Ramallo «para ver ganar a las ideas de la libertad» tampoco se reconocía una fiel seguidora. Envuelta en una bandera libertaria, aseguró no sentirse preocupada por muchas de las declaraciones de Milei, que incluyen ajuste, libre portación de armas y que hasta contemplarían un mercado de órganos e hijos. «Muchas de las cosas que dice no las va a llevar a cabo», señaló.

Ya con el resultado puesto, explotaron los festejos. Volvieron a escucharse las canciones que tenían de algún modo vedadas en los actos. «Se viene el estallido», «Panic Show», incluso sonaron Los Redondos, Sumo, Divididos y Charly García. Chicos y chicas iban y venían cantando con ganas letras que tal vez ni siquiera comprendan. El fantasma del fraude desapareció tan rápido como llegó. «Siempre puede haber problemas, pero en este caso no fue así. Trabajamos codo a codo con los fiscales del PRO», dijo a Página/12 el titular del Partido Libertario bonaerense, Luciano Blanco. El reconocimiento al acompañamiento de Mauricio Macri fue unánime, y se filtró en la misma liturgia de los libertarios, que repetían como propio el «sí se puede, sí se puede».

Tras su discurso, Milei salió a festejar con su gente. Lo acompañaban su pareja, Fátima Florez, la vice electa y «el jefe». Prometió una vez más volver a la Argentina del siglo XIX y advirtió que «no es fácil la gesta que se viene». Muchos coreaban como un mantra la definición de liberalismo acuñada por Benegas Lynch que Milei siempre repite. Uno reprodujo el himno a través de un megáfono, pero contagió a menos de la mitad de los presentes. Mientras otros arrancaban la procesión al Obelisco, el resto tenían la
atención puesta en alguien que consiguió movilizarlos con la promesa de
entregar la soberanía monetaria a otro país.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/629933-el-desahogo-de-la-ira-en-medio-de-la-avenida