Se va un año que pareció una década. El final mundialista cambió semblantes y tendió un dichoso puente hacia las fiestas. Sería una proeza hacer un balance entre tantos sucedidos. También internarse en profecías para 2023. Pruebas al canto: tres de los hechos más relevantes del 2022 eran impredecibles un año atrás. O, cuanto menos, no figuraban en la mayoría de los radares o mesas de arena. La guerra entre Rusia y Ucrania, para empezar. La tentativa de homicidio contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. En menor proporción porque no era considerado imposible: la victoria de la Selección en Qatar y, aún, el modo de obtenerla. Son historia viva, repercutirán en el porvenir, resignifican el pasado. Marcan puntos de inflexión, bisagras.

Sorpresas te dieron la vida y las elecciones. Lula da Silva salió de la cárcel en los últimos meses de 2021, se puso la campaña al hombro. Diseñó una estrategia y la ejecutó como Pelé, Diego Maradona y Lionel Messi juntos. Mañana jura como presidente electo por tercera vez, desplazando a Jair Messias Bolsonaro. Al principio fue sorpresa la arremetida de Lula. Una vez acostumbrados al milagro, en el tránsito a Brasilia, metió pavor la magnitud de votos que congregó Bolsonaro. La ultraderecha brutal e impresentable da pelea, cuando nos despertamos sigue ahí.

El presidente estadounidense, Joe Biden, asomaba como “punto” en las elecciones de medio término. La tendencia va en ese rumbo, el expresidente Donald Trump conserva arrastre… el bueno de Biden no es un prodigio de carisma ni de madurez bien llevada. Los guarismos finales lo dejaron a tiro de empate, nada mal frente a la ultraderecha impresentable etcétera.

En medio de una crisis político-económica colosal, la Argentina atisba dos alivios. El primero, la alegría que trajeron los muchachos de la Scaloneta. La celebración reveló la sabiduría popular, prodigó pinceladas de identidad, banderas enarboladas con fervor, himnos cantados a viva voz. Los expertos dicen que en los países campeones un hay rebote económico para arriba. Ventas, acaso más turismo, merchandising. Sin suponer que será la panacea, algo traerá.

El segundo alivio viene de al lado, en el vecindario. Alto cambio en Brasil. En términos ideológicos, en perspectivas de integración regional, de rumbo conjunto. Económicamente, según informe de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE), la Argentina “sobre reacciona” a los cambios positivos que acontecen en Brasil. Si así fuera, por una vez, el contexto internacional daría una mano. Menos mal porque estamos complicados.

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Inflación, un consenso: El sentido común de los quinchos, las tertulias de café, los focus groups, “la política”, conserva un punto de consenso. Si se mantienen los actuales porcentajes de inflación serán exiguas o nulas las chances del Frente de Todos (FdT) para ganar las elecciones presidenciales. El enunciado revela la contracara; guste más o menos, Juntos por el Cambio (JpC) asoma como favorito. Claro que ningún pronóstico es definitivo, falta mucho, la incerteza es regla, los cisnes negros vuelan en bandadas…

El ministro de Economía, Sergio Massa, le sacó (ciertas) papas del fuego al Gobierno. Se tuvo fe el hombre: optimista de voluntad, con autoestima envidiable. Arribó en medio de una crisis integral: política, económica y financiera. Se sucedieron ministros en cuestión de días, corridas en la City, rumores tan malévolos como entradores. Chismes sobre devaluaciones, dolarización. Se deliraba sobre entrega del poder, asamblea legislativa. Operaciones, jugadas mediáticas para que se cumplieran profecías interesadas. Como sea, encontraban escucha, avivaban reflejos especulativos. Las percepciones compartidas gravitan como si fueran hechos: provocaban respuestas en el diminuto e hiper nervioso “mercado blue”.

Massa concentró poder político, cedió ante los poderosos obteniendo contrapartidas paliativas. El dólar soja, sin ir más lejos. Controló algunas variables, promete hacerlo con la inflación. La modesta utopía, el 60 por ciento anual, estimula a su equipo y a parte del Gobierno. La primera pregunta del millón es si se obtendrá esa merma. En tal caso, sobrevendría la segunda: si la notará la gente común.

La coalición oficialista está dividida, demasiado habituada a tramitar sus internas a cielo abierto. Las renuncias en el equipo de Gobierno se tornaron habituales, rutinarias. Después de la crisis de junio-julio, todo parece modesto o nimio en comparación. Empero, la diáspora es síntoma de pérdidas de mística y de espíritu de cuerpo.

Las relaciones del presidente Alberto Fernández y su elenco con los sindicatos, las organizaciones populares, los gobernadores o los intendentes atraviesan un mal momento. Las vísperas electorales, los desempeños flojos, las contramarchas, ayudan a explicar las diferencias.

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Los amarillos también juegan y pifian: en temporada alta de recuerdos futboleros refulge la anécdota de Carlos Salvador Bilardo en el vestuario diciéndoles a sus dirigidos, como única consigna: “Traten de no pasarle la pelota a los de amarillo”. La dirigencia del FdT tendría que honrar ese ejemplo.

Los rivales son impiadosos, traban el funcionamiento del Congreso, cuentan con la banca de los grandes medios, el establishment, la crema del Poder Judicial. Por suerte para el oficialismo y para la patria se equivocan con frecuencia. La gula y la soberbia podrían jugarles malas pasadas: se creen ganadores, a diez meses de los comicios. Nada es definitivo ni siquiera la estabilidad institucional, primera acotación. La segunda, Francia… que se quedó con ganas de dar la vuelta. Creérsela antes de tiempo, mala praxis.

Los cambiemitas exponen su programa económico, más a la derecha no se consigue. Despidos, cierres de empresas públicas, recortes de subsidios, menos jubilaciones, recortes a los “planes sociales”, amenazas de leña a los manifestantes. Por ahí cuela, por ahí consolidan su cuarenta por ciento. Por ahí se les va la mano.

Denuncias públicas retratan a muchos de sus referentes. Baja estofa, berretas, rodeados de ñoquis o de acompañantes vistosas. Los Chatgate, la vida ostentosa, quizá los alejen de eventuales representados. Las revelaciones corroboran promiscuidad con otros poderosos y cuan impunes se sentían. Tal vez ahora se cuiden más.

El escándalo de esta semana, por llamarlo de algún modo, deja expuestos a empresarios, jefas de espías. Especialmente al ministro de Seguridad porteño, Marcelo D’Alessandro, y a Silvio Robles, vocero del presidente de la Corte, Horacio Rosatti. D’Alessandro se defiende diciendo que le hackearon conversaciones y que estas son falsas. Debería ponerse de acuerdo consigo mismo.

El jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, lo sostiene en su cargo. “Por ahora” titula La Nación. El ministro juega tiempo de descuento, va en declive como el juez federal Julián Ercolini.

Las filtraciones sin autorización son inadmisibles como prueba penal. Pero se admite su difusión cuando revelan información pública. Precedentes ilustres: Watergate, WikiLeaks, los Panamá Papers, Pandora Papers, siguen las firmas.

D’Alessandro “tiene que” contestar así sea en canales y medios partisanos o mariscales de la derecha. Los jueces implicados se esconden, no se prestan a la requisitoria pública. Curiosa democracia contemporánea ésta; los titulares de un poder del Estado se ocultan. No se les conoce la voz. No carga sobre ellos la obligación republicana de responder ante audiencias masivas. Una vergüenza, otra desigualdad, menos junada que no pagar impuestos. ¿Qué se hizo del “queremos preguntar”?

Horacio Rosatti tiene coronita, por lo visto. Cuarenta y cinco días de vacaciones, un lujo exótico para los trabajadores. Sueldo neto superior al del Presidente y los legisladores nacionales. Estabilidad filo vitalicia… ¿Por qué añadirle la ventaja de no dar la cara? En fin.

En la Corte cabildean. El juez Ricardo Lorenzetti aborrece a Rosatti y viceversa, pero últimamente votan de modo conjunto. Dos potencias, casi, no se saludan. Habrá que medir la magnitud del escándalo para ver cómo evoluciona la relación. Tras los muros y los cortinados, sordos ruidos.

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Por qué creer: La fuente es dudosa, la veracidad controvertida. ¿Por qué creer, entonces, en que los chats son auténticos? Para cualquier persona, el público incluso: por el contexto. Porque la promiscuidad intra poderosos es notoria, se deja ver.

Porque hay chats de audio de los implicados, voces y fraseos inconfundibles.

Porque los tribunales cometen cotidianamente aberraciones jurídicas. Sentencias infundadas, abusos de poder. 

La desidia cómplice para investigar una tentativa de magnicidio contra Cristina Fernández de Kirchner. Desapego a los deberes, desamparo a la víctima.

La sentencia de la causa Vialidad, arbitraria, sin sostén probatorio. Anticipada desde meses antes por la prensa hegemónica.

El fallo cortesano a favor de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) contra el Estado Nacional. Una medida cautelar innecesaria porque no hay riesgo de incumplimiento ni peligro en la demora. Tardía porque demoró dos años. Se negó a las provincias el derecho a ser parte en el juicio. Sin fundamentar la medida, una falta de respeto y una arbitrariedad.

Los precedentes hacen sistema con las evidencias. Comodoro Py y la Corte exorbitan su poder. Erosionan al sistema democrático a niveles jamás vistos desde 1983. Los Chatgate redundan, en cierto sentido; prueban lo que se conoce.

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Lo mejor y el brindis: Todas estas historias continuarán con final abierto. Nada está resuelto en la víspera. La historia lo comprueba con frecuencia.

Los representantes del pueblo están en mora, en diferentes proporciones porque no todo es igual ni todos son los mismo. La gente de a pie espera señales, respuestas, gestos, mejoras. Es su derecho.

La templanza de la sociedad civil, la voluntad de trabajo de los argentinos, su serenidad para ocupar el espacio público sin desmadrarse, son muestra de lo mejor que tenemos. La celebración mundialista fue única pero no un hecho ajeno a la idiosincrasia nacional.

En la última columna del año eterno e inolvidable levanto la copa,  lectora y lector. Por la gente común. Entre ellos, quienes acompañan a este diario compartiendo ideas, creencias y valores. Salud y los mejores deseos para ir reconstruyendo nación, igualdad y esperanza.

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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/512277-el-chatgate-nuestro-de-cada-dia