Desde Río de Janeiro
La ventaja del expresidente de centroizquierda Lula da Silva sobre el ultraderechista y actual mandatario Jair Bolsonaro ha sido de alrededor de escasos cuatro puntos. Si los sondeos y encuestas indicaban una ventaja de entre siete y diez puntos, esa ha sido la primera victoria de Bolsonaro. Pero la segunda y más contundente victoria se dio tanto en la formación de lo que será a partir de 2023 el Congreso como en los gobiernos provinciales.
La verdad es que el abyecto y desequilibrado Bolsonaro sorprendió por cómo obtuvo resultados especialmente positivos en todo el país. A excepción del nordeste pobre, de donde Lula salió para seducir y conquistar todo el país, Bolsonaro ganó en todas las demás regiones. Exceptuando a Minas Gerais en el sudeste, el ultraderechista desmintió todos los sondeos que indicaban una ventaja de Lula que oscilaba entre razonable y amplia.
No hay manera de entender que el general retirado Eduardo Pazuello, que cuando fue ministro de Salud se reveló cómplice del proyecto genocida de Bolsonaro, distribuyendo toneladas de medicamentos que no solo eran probadamente ineficaces contra la covid-19 sino que también provocaban daños colaterales, al tiempo que rehusaba la distribución de vacunas de comprobada eficiencia, haya sido ahora el diputado provincial más votado en Río de Janeiro.
Tampoco resulta explicable cómo Sergio Moro, el juez venal y manipulador que llevó a Lula a la cárcel en un juicio basado exclusivamente en indicios y no en pruebas, salga ahora como el senador más votado en la conservadora provincia de Paraná. Y su cómplice en la manipulación, el coordinador de fiscales Delton Dalagnoll, haya sido electo diputado con los votos que consiguió.
Como senadora por Brasilia se eligió a la exministra de la Mujer, Ciudadania y Derechos Humanos, Damares Alves. La misma que dijo que se hizo evangélica cuando, subida a un árbol de goiaba, recibió la visita de Jesucristo. Y que, cuando asumió el ministerio, determinó que «los niños se visten de azul y las niñas de rosa». La misma, además, que destrozó todo el aparato de defensa de la Memoria erguido en tempos de Lula y Dilma como mandatarios.
La verdad es que por todo el mapa brasileño lo que se vio fue el crecimiento furioso o la confirmación de una base amplia y aparentemente sólida que oscila entre la derecha y la ultraderecha.
Sigue siendo bastante amplia la posibilidad de que en la segunda vuelta Lula da Silva logre derrotar a Bolsonaro y volver a la presidencia. Pero igualmente quedó claro que será una batalla bastante más difícil de lo que se preveía.
Y lo que realmente suena preocupante es que si logra esa victoria, tendrá que gobernar con un Congreso que continuará plagado de aberraciones y con la mayoría de los gobernadores provinciales aliados al ultraderechista que Lula deberá derrotar para volver a la presidencia e intentar salvar el país.
Me permito concluir con una observación personal. La noche de este domingo ha sido una sorpresa y un golpe en mi ya un tanto exhausta alma. Jamás supuse que llegaríamos, luego de estos más de tres años y medio del peor y más asqueroso gobierno desde la redemocratización, a los resultados del domingo.
No se trata de situarse entre uno u otro bando. Se trató y se trata de situarse entre civilización y barbarie. Por más críticas que existan contra Lula, no hay comparación posible. Nunca jamás, siquiera en tempos de la dictadura que duró larguísimos 21 años, este país ha sido tan destrozado y degradado.
Lula dijo al pronunciarse luego del resultado que no se trata de un final del juego, sino de una prórroga. Lo lamento, Lula. Mi temor es otro: que no se trate de un final del juego, sino de un intento suicida de fin del país.
He vivido dos exilios. Y no sé si tengo alma para un tercero.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/486794-brasil-victoria-de-bolsonaro-y-la-ultraderecha