«Sería un error poner la atención sobre el atentado, que es la cumbre de un proceso. No es una elevación sobre una llanura, sino un pico altísimo al que se ha llegado después de mucho tiempo de aceptación y conformismo en torno a los discursos de odio«, plantea el profesor, crítico cultural y ensayista Alejandro Kaufman. Su hipótesis es compartida por muchos intelectuales y políticos en el día después. Siquiera ahora estos discursos se apaciguaron: un canal de televisión dio este viernes la palabra a un amigo de Fernando Sabag Montiel, quien llegó a afirmar que «lamentablemente no ensayó antes» de dispararle a la vicepresidenta. En este marco, la titular del Inadi, Victoria Donda, impulsa la creación de un proyecto de ley contra estos mensajes en el ámbito de lo público. ¿Cuáles son sus causas y consecuencias? ¿Hay manera de frenarlos? ¿Qué responsabilidad cabe a los medios? Opinan intelectuales y funcionarios.
Para el psicoanalista Jorge Alemán, «los discursos de odio van a continuar porque el capitalismo en su fase actual, de neoliberalismo, necesita promoverlo«. «No tiene un principio institucional de legitimación como el capitalismo industrial. No puede ser liberal en sentido clásico. Necesita sostenerse en una captura de las subjetividades en la que es muy importante que aparezcan muchos seres que no cuenten con historias políticas, herencias simbólicas y legados de ningún tipo. El odio forma parte constitutiva del ser humano, uno hace esfuerzos para sublimarlo. Pero el neoliberalismo sabe cómo destruir el aparato simbólico que lo encauza«, desliza.
¿Lobo solitario?
Si el atentado es la cumbre de un proceso, entonces Sabag Montiel no podría ser un «lobo solitario». El sociólogo Pablo Alabarces, aún shockeado, dice: «La explicación del lobo solitario no tiene por qué implicar también la patológica, de que sería un loquito. Pero no creo en los loquitos: por supuesto que hay sujetos con ciertas situaciones patológicas, pero no creo que sea el caso. Las acciones de seres humanos tienen explicaciones socioculturales. No existen los violentos, sino sujetos que actúan violentamente en contextos determinados por razones determinadas«, define.
«El fulano piensa que en determinado contexto su acción era legítima. Participa de cierto marco que la explica y le dice ‘tan mal no está matar a Cristina’«, continúa. Conecta el caso con la propuesta del diputado Francisco Sánchez de establecer la pena de muerte en delitos de corrupción. «Sigue siendo diputado… La culpa no la tiene él, tampoco Guadalupe Vázquez que tuiteó ‘no les creo nada'», sugiere. Lo que para él está en juego es el «último consenso más o menos amplio en la Argentina, el pacto democrático del ’83». La idea compartida de que los conflictos no se resuelven por la vía de la violencia.
«Leí cosas espantosas por parte de fanáticos anti K en redes, pero también de algunos amigos cercanos. Esta estructuración profundamente conflictiva e intolerante nos condena a cagarnos a los tiros la semana que viene«, concluye. El psicólogo Roque Farrán, autor de La razón de los afectos, busca la respuesta en la otra vereda: «Cuando decimos de responder al odio con amor, no se trata sólo de una consigna pacifista e ingenua; esa afirmación parte del entendimiento profundo de cómo funcionan los seres humanos. Hoy más que nunca la mejor y única respuesta al odio es tomarnos en serio el cuidado, que las expresiones de amor sean con sumo cuidado».
Intento de femicidio político
El disparo fallido es la cumbre de una previa que incluye horcas y bolsas mortuorias en protestas opositoras; escraches, amenazas, insultos y piedrazos dirigidos hacia la vicepresidenta; además de fuertes declaraciones realizadas en los últimos meses en su contra, como la de Patricia Bullrich, quien dijo «no nos corre ni Cristina de la esquina de su casa». Un espiral de hostigamiento judicial, mediático, político y social que pasó del dicho al hecho. Como sentencia Kaufman, «la palabra mata». Y CFK es odiada, en parte, por ser mujer.
En las redes hubo una lectura feminista en torno del atentado, de parte de funcionarias, periodistas y figuras de las ciencias sociales. La síntesis de la ministra de las Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta, no podía obviarla. Va en sintonía con la lectura de Alabarces: «Algunos intentan instalar la idea de responsabilidad individual, de que se trata de una persona desequilibrada, suelta. Hace tiempo, ante cada hecho de violencia por motivos de género, las feministas venimos diciendo que intentan generar responsabilidades individuales y desresponsabilizar a quienes sostienen discursos y prácticas cotidianas vinculadas al machismo, en este caso vinculadas a los discursos mas misóginos, conservadores,
antipopulares, homo odiantes, que tienen un corolario muy triste». La periodista Luciana Peker calificó al atentado como una «tentativa de femicidio político inadmisible producto de los discursos de odio, el machismo extremo y el retroceso de la democracia». Por su parte, Diana Maffía, doctora en Filosofía, alertó: «No sean irresponsables. El lenguaje es una acción que impacta en las mentes y en los cuerpos. El intento de magnicidio es una alerta hacia la anomia violenta y antidemocrática que nos rodea».
¿Hay solución?
«Nuestra sociedad está influida por una lógica boba de libertad de expresión. Hay una cultura que prevalece –no la tiene todo el mundo–, una actitud de que hay que escuchar a todo el mundo, de que cualquier expresión, nazi o racista, es una opinión también», analiza Kaufman, sumando otra arista. «En esta cultura no se puede legislar contra el negacionismo, se hace difícil porque se lo interpreta como censura. La dictadura es un factor, produjo una gran aversión hacia la censura. Hay que aceptar y convivir con situaciones imposibles, como que el perpetrador tenga una opinión sobre la víctima y la víctima sobre el perpetrador, que puedan ponerse a discutir. Es histórico. En foros académicos se habla de algo llamado ‘memoria de los militares'», agrega el ensayista, y también señala la influencia norteamericana sobre este modo de ser.
Por la difusión de los discursos de odio los medios masivos quedaron en la mira, pero los periodistas que son sus voces centrales se desligaron en su mayoría de su responsabilidad. «Acusan al gobierno de atacarlos porque se responsabiliza a los medios monopólicos de esta situación. Hay una denegación de responsabilidad. Si hay algo que destituye la práctica periodística es denegar responsabilidad«, señala Kaufman.
En este marco, la titular del Inadi, Victoria Donda, convocó al Consejo Federal de Políticas Públicas Antidiscriminatorias para iniciar la redacción de un proyecto de ley contra estos mensajes públicos y su posterior debate en el Congreso. Concluye Kaufman: «No hay una discusión democrática sobre cómo se regula el discurso público. En el país hay temas que se respetan, como lo relativo a la suscitación de suicidios o la problemática de la pedofilia. Si se respetan nos tiene que servir para saber que hay otras cosas que habría que respetar. En la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual el tema está. Pero lo que prevalece es la idea de que no tiene que haber una intervención normativa. Y aunque haya una norma no se respeta. A los organismos que hacen recomendaciones, como el Inadi, los denigran, los difaman, dicen que hay que cerrarlos, que son censores. La legislación no va a resolver el problema. Indica el límite. Se requiere una respuesta normativa, pero la solución es siempre cultural y política«.
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/478845-atentado-a-cristina-kirchner-que-son-los-discursos-de-odio-y