Ingresamos el domingo pasado a lo que se denomina Semana Santa, en donde los cristianos y cristianas hacemos memoria de los últimos días de la vida de Jesús de Nazaret que culminan con su asesinato en manos del poder político, económico y religioso de su tiempo.

El proyecto revolucionario de Jesús consistía en la construcción de una sociedad, justa, fraterna, igualitaria, sororal y liberada que llamaba “Reino de dios”. Esta pretensión y su práctica significativa desde las y los más pobres de su tiempo lo llevó a enfrentarse con aquellas y aquellos que buscaban mantener un statu quo de dominación, desigualdad y opresión.

El domingo siguiente haremos memoria de la Pascua, palabra que significa “Paso”. Paso de la esclavitud a la libertad, de la opresión a la liberación, de la muerte a la vida que recuerda la liberación del pueblo de Moisés de la esclavitud egipcia.

Intentar cambiar las relaciones de dominación por otras igualitarias y liberadoras genera conflictos y enfrentamientos con lo que hoy se denomina el “Poder real”, que se maneja con intereses egoístas e individualistas en la búsqueda de ganancias desmesuradas a costa del sacrificio del pueblo. A eso llamamos neoliberalismo.

Jesús no le tuvo miedo al conflicto. Si Él hubiera negociado o consensuado con los poderosos de su tiempo, seguramente hubiera muerto de viejo con un buen pasar económico.

Pensaba también en Moisés, cuando vio que un capataz egipcio asesinaba a un esclavo israelita y entonces decidió matarlo. Eso dio comienzo al proceso de liberación de su pueblo. Si no, posiblemente seguirían en la esclavitud.

Los conflictos son el motor de la historia, de eso no hay duda. Enfrentarlos y enfrentarse con quiénes haga falta es fundamental para poder resolverlos. Los consensos se dan en momentos muy puntuales y para eso es necesario sentar a todos los actores de un conflicto. No a algunos, y menos solamente a los más poderosos. Cuando el pueblo queda afuera de la mesa de consensos, lo único que hacemos es profundizar el conflicto.

Traer la Pascua a este momento histórico de nuestra Patria y pensarla desde la práctica de Jesús de Nazaret, nos obliga a ser claros: no es momento de seguir buscando consensos con los Rocca, los Funes de Rioja, la Sociedad Rural y los demás formadores de precios que sólo buscan su propio interés. Igualmente con el Poder Judicial: no se puede seguir comentando que no funciona y no hacer nada. Es tiempo de enfrentarlos con todas las armas que posee el Estado y con la movilización popular.

No es tiempo de timoratos, prudentes y moderados, porque a los de enfrente no les va a temblar el pulso para derrocar al gobierno popular, tema que los medios hegemónicos desarrollan abiertamente y en forma desembozada. No es tiempo de que todos ganen, es tiempo de que gane el pueblo y para eso hay que salir de la moderación cómplice y pasar a defender hasta con la vida a las y los más pobres de la Patria.

Jesús se paró claramente en la vereda de las y los ninguneados y excluidos de su tiempo. No entregó ideales a cambio de actitudes moderadas. Igual que Evita, Angelelli y lxs 30 mil. De eso hacemos memoria en estos días.

* Coordinador del Colectivo de Teología de la Liberación “Pichi Meisegeier”.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/415051-de-la-moderacion-a-la-radicalizacion