En su primer discurso como Presidente Javier Milei anunció al país una “nueva era de paz y prosperidad, de libertad y de progreso”, basada en “la libertad” (¡carajo!) y “dejando atrás las ideas empobrecedoras del colectivismo”. Como era previsible la mayor parte de su discurso ante los seguidores que se reunieron en la Plaza de los Dos Congresos estuvo destinado a hablar de “la peor herencia de la historia argentina” recibida del gobierno saliente. El Presidente repitió varios de los eslóganes adelantados en su campaña y dedicó su alocución a hacer un diagnóstico catastrófico de la situación del país. Argumento suficiente (ahora y lo será durante mucho tiempo) para justificar un “ajuste que es inevitable”, que debe ser en forma de “shock o nada” porque el gradualismo nunca funcionó (según la lección tomada del macrismo). No hay alternativa, dijo Milei, porque “no hay plata”. Adelantó que habrá bajas de salarios (no mencionó que también mayor desempleo), más pobreza y que la “situación empeorará en el corto plazo”. En la plaza, sus seguidores aplaudían quizás convencidos de que ellos no serán alcanzados por el ajuste.

No hubo ninguna definición operativa acerca de cómo se llegará a que finalmente “habrá luz al final del camino” (sin determinar cuan largo será el camino), salvo para señalar que “el sector público (ya no “la casta”) y no el sector privado” pagará el ajuste, mientras sus seguidores gritaban a coro “motosierra, motosierra”. Y para quienes se opongan prometió represión (“el que corta no cobra”, “dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”) también acompañado a coro por sus adherentes gritando “¡policía, policía!”.

En medio del diagnóstico de la crisis, Milei no hizo ninguna referencia a la dolarización y al posible cierre del Banco Central, dos propuestas que el nuevo Presidente siempre consideró otrora como “indeclinables”. Es otro indicio de que lo inamovible o indeclinable no lo es tanto cuando se ha carecido de un plan sólido y de funcionarios que puedan ejecutarlo. Con nuevos protagonistas, también hay otras maneras, así sea para seguir ejecutando el ajuste. Aunque los perjudicados siempre serán los mismos.

No debería extrañar entonces que tampoco haya existido mención alguna a una política de recomposición de ingresos para los trabajadores.

A no dudarlo, tanto las prioridades de quienes gobiernan como la forma de hacer política está sufriendo un cambio profundo. Esto dicho sin desconocer los errores antes cometidos.

Ajuste fue la palabra más reiterada y también la clave de lectura de todo lo expuesto.

En definitiva, lo visto y escuchado fue una síntesis de lo que el propio Milei adelantó en campaña y ratificó en varias entrevistas con sus periodistas amigos. Tanto para afirmar como para desdecirse.

Por demás elocuente fue la ausencia de la mención a “la casta” (que hoy forma parte integral del nuevo gobierno por “prestamos” recibidos del macrismo, del menemismo y del peronismo) aunque sí hubo críticas para la clase política en general y a los beneficios que esa dirigencia obtiene como resultado del manejo del Estado.

Queda abierta una incógnita fundamental: ¿cuál será el mecanismo de gestión de gobierno que el Presidente piensa utilizar para aplicar el ajuste anunciado? Sobre todo teniendo en cuenta su escasa representación parlamentaria, el desprecio con el que se refiere al mundo político representado en los legisladores y el desplante que hizo a quienes tendrán (o no) que votar las leyes que impulsará en los próximos días.

Sería prematuro afirmarlo, pero todo indica que además de decisiones que serán tomadas por vía de decretos la negociación con “la casta” resultará indispensable.

Todo lo antedicho ocurrió –paradójicamente- el mismo día en que argentinas y argentinos recordamos los 40 años del retorno a la democracia y celebramos el día de los derechos humanos.

El Presidente legitimado en las urnas intentó también darse un baño de popularidad tanto al hablar en la plaza, como en el recorrido, a veces caminando, entre el Congreso y la Casa Rosada. Un propósito logrado en buena medida, aunque lo visto haya quedado muy lejos de lo que se conoce como manifestaciones políticas de fervor popular en la Argentina.

Si algo queda claro es que habrá un brutal ajuste, del que Milei no se siente responsable porque es “el precio que hay que pagar”. Tan claro como que ese ajuste no lo pagará “la casta” sino los que siempre lo pagan: las y los más pobres.

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Fuente: https://www.pagina12.com.ar/693828-el-ajuste-que-pagan-los-de-siempre