(Desde Rosario)
Javier Milei inundó la explanada del Monumento a la Bandera con una multitud heterogénea en edad, procedencia y clase social, en un breve pero demorado acto en el que no se privó de forzar el pensamiento de Manuel Belgrano y sentarlo de prepo en el liberalismo puro y duro. Y el candidato presidencial que construyó su imagen renegando del populismo, demostró otra vez en Rosario que él mismo cultiva a gusto esa lógica al agitar, saltar y corear los cantitos de sus fans con ímpetu tribunero, y dejar para el momento del discurso las frases ya conocidas que repite en la campaña hacia el balotaje del domingo. Antes de eso, un arribo tumultuoso en el aeropuerto, donde hostilizó con brusquedad inesperada a un periodista, y a esperar encerrado en un hotel hasta la hora del acto, sin brindar ningún contacto con la prensa.
Así apareció el hombre de La Libertad Avanza por la avenida Belgrano, una hora y veinte después de lo convenido (una impuntualidad propia de la maldita casta). Así fue la escala rosarina de lo que el candidato de ultraderecha llama «El tour de la libertad», que culminará mañana en Córdoba. Una sirena policial por delante, y el malón en estampida que se arrimó, celulares en alto, con una devoción propia de swifties hacia la camioneta que lo fue arrimando triunfal.
«Tiene mieeedoo, la casta tiene mieeedoo…», cantaba el gentío deslumbrado. Flanqueaban al candidato los diputados nacionales electos Romina Diez y Nicolás Mayoraz, quienes difícilmente habrán imaginado alguna vez estar en el epicentro de tanto fervor popular. También la inseparable Hermana Karina, y la diputada nacional Carolina Píparo. «Ahí viene el loco», «Qué entrada divina se mandó», eran algunas reflexiones del momento. Enfrente, militantes aprovecharon la estructura del escenario mayor de Colectividades para colgar banderas gigantes del candidato de ultraderecha.
Milei aceptó y enarboló una bandera de Israel que le acercaron, regaló selfies por doquier y tuvo la previsible foto con algún-niño-al-que-subieron-lloroso-por-abrazarlo. Otros agitaban banderas y el merchandising al palo: dólares con la cara de Milei, motosierras de cartón y leoncitos de peluche.
Ya en el escenario, micrófono en mano, ponderó su visita a la Cuna de la Bandera y entonces se sintió avalado por el General Belgrano, porque –dedujo– estudió en la Universidad de Salamanca, «una de las cunas del liberalismo».
Nadie le observó que el prócer se oponía al librecambio, al rol de país exportador de materias primas, y propugnaba el proteccionismo de la industria nacional. Imposible. Todo allí era entusiasmo militante y cánticos con un denominador común: siempre en contra de algo o de alguien, Sergio Massa, el kirchnerismo, el peronismo, para variar.
Milei reiteró su prédica habitual. Celebró el país conservador previo a Yrigoyen y ubicó allí «la decadencia cuando se empezó a abrazar las ideas socialistas: así llegamos hoy al 45% de pobres, 10% de indigentes, 300% de inflación, la peor crisis de la historia». «¿De qué miedo me hablan, colectivistas?», bramó.
«Es importante que tengamos conciencia del momento histórico, estamos frente a la elección más importante de los últimos 100 años y la elección más importante de los 40 años de democracia, es momento de dejar de estar de rodillas para volver a ser potencia», agregó.
Insistió con lo de «votar distinto porque es imposible cambiar con los mismos de siempre», y que si el domingo no gana «la maldita política nos va a cagar a nosotros».
Milei cerró discurso con una apelación típica partidaria: llamó a fiscalizar, a «cuidar los votos para que no nos roben» porque –reiteró– «un futuro mejor existe, pero es posible si es liberal».
El arco social del acto fue variopinto. Hasta una comunidad evangélica se hizo ver tras una leyenda ambigua: «Queremos hablar con el Señor».
Abajo, una mujer se declaraba «cansada de pagar impuestos». Una señora mayor lookeada en violeta libertario exigía «un cambio», y la festejaba una exultante mujer megáfono en mano y la misma gorra de Karina Milei con la leyenda: «La fuerza del cielo».
—Tengo una amiga kirchnerista que… –iba a comentar la de gorra.
—Yo ya no tengo amigas kirchneristas –la cortó otra.
La concurrencia no vino solo del centro y de los barrios acomodados. Un grupo de militantes PRO vino desde San Martín y bulevar Seguí. «No al fraude electoral, basta de vagos y planeros», decían sus carteles. «Yo estoy desde el ARI de Lilita Carrió, después seguí con Patricia (Bullrich) y ahora acá», definió una de ellas.
Un «viejo meado» –tal como él mismo aceptó definirse a cambio de no brindar su nombre– sinceró su antiperonismo: «La propuesta de Milei me importa un rábano. Cuando se dolarizó, Cavallo no me pidió permiso, éste por lo menos avisa. Ojalá Alsogaray hubiera tenido este apoyo», dijo e insultó a su padre fallecido, que era peronista.
Un ingeniero civil, empresario, observó el acto con mesurado entusiasmo y al final ratificó su apoyo al libertario. «Yo voté a Bullrich. No estoy eligiendo, estoy optando, porque lo otro no me gusta nada. Y sí… Milei tiene cosas que hacen ruido, pero no las podrá hacer. Confío en que Macri lo reencauzará», comentó.
Al mismo tiempo, el Sindicato de Prensa Rosario expresó su repudio por la actitud de Milei «con un marcado desprecio por la tarea periodística». Ocurrió en el aeropuerto, cuando el cronista de Canal 3 Pedro Levy quiso abordar al candidato. Pero éste lo empujó con violento desdén: «Esto es para la gente, no es para vos».
Fuente: https://www.pagina12.com.ar/616755-los-rugidos-del-leon-en-la-escala-rosarina