Malena D’Alessio supo desde muy chiquita que a su papá, José Luis D’Alessio, lo habían asesinado «los militares», como le respondió su mamá la primera vez que preguntó. Pero debieron pasar décadas para que pudiera sobreponerse al trauma, vencer al silencio y avanzar hacia la historia completa: la militancia de «Bebe», como lo conocían a él, su rechazo al exilio, el secuestro familiar en el que ella también fue capturada, su paso por el Pozo de Quilmes, el último lugar donde lo vieron con vida, la desaparición. «Siento que conté la historia de mi vida y está bien. Porque esto que yo viví en mi intimidad es la historia del genocidio en la Argentina y está bueno que el Estado se haga cargo», contó, aliviada, después de haber declarado en el juicio Brigadas, donde ella y su familia son querellantes.

Su declaración, antes de que terminara el año pasado, fue la primera vez de D’Alessio sentada frente a un tribunal para dar testimonio. No le fue fácil. De hecho, postergó el momento un par de veces. «Temía no poder hablar, que las palabras no me salieran. Esta parte de tener que hablar en primera persona y sumergirme en un viaje directo al dolor era ineludible que eso pase», contó a Página/12.

Se preparó, repasó datos de la historia de su papá con compañeros de militancia, pero también se apropió del momento. Al fin y al cabo, el de la artista fundadora del grupo de hip hop Actitud María Marta marcó una diferencia en relación con otros testimonios de sobrevivientes y familiares de detenides desaparecides en el juicio por los crímenes del Pozo de Banfield, el Pozo de Quilmes y El Infierno. En casi dos horas, volcó su «propia vida» ante el Tribunal Oral Federal 1 de La Plata, dejó asentada su postura frente al proceso de juzgamiento de los crímenes de la última dictadura y hasta rapeó. «Fue una catarsis», definió.

— ¿Cómo te preparaste y qué significó testificar en el juicio por el secuestro de tu papá?

— Me lo tomé muy enserio, cuidar que no me quedara nada importante por decir. Lo sentí como una responsabilidad. Cuando lo pospuse sentía que no estaba preparada para tanta exposición. En un primer momento me propusieron la estructura más convencional del testimonio, contar quién fue mi papá e ir a los hechos –su secuestro–. Pero yo no podía hacerlo de esa manera. Primero porque contar los hechos me quiebra de una manera en la que no sabía si iba a poder seguir después. Entonces, preferí dejarlo para el final. Segundo, porque me resultó mucho más orgánico: desde mis primeros recuerdos, cómo lo procesé a lo largo de mi vida, descansar en esa cronología. Fue como lo pude hacer, teniendo en cuenta la dificultad que me presenta el tema. He tenido mucha dificultad en mi vida para hablar de esto, se me creó un trauma como imagino que debió pasar a muchas personas. Sigue siendo difícil hablar, así que testimoniarlo en primera persona implicaba un nivel de desnudez fuerte. Y en un punto me preguntaba ¿qué hago yo contando públicamente la historia de mi vida, lo más íntimo que tengo, el dolor que viví? Pero entendí que justamente está bueno que el Estado, la Justicia, escuche lo que yo tuve que vivir en mi intimidad, sacarlo de ese terreno para decirles que se hagan cargo. Esto que yo viví en mi vida íntima es la historia del genocidio en la Argentina.

Un juicio de lesa humanidad, cada testimonio que lo compone, construye memoria. D’Alessio comenzó por allí, por sus primeros recuerdos: sus días en Brasil, donde emigró con su mamá y su papá de crianza. No tiene recuerdos de lo que pasó antes de ese viaje, pero los reconstruyó muchos años después. En su testimonio, la artista insistió en que le costó «mucho» transitar el secuestro y la desaparición de su papá. A ella y a su familia. Contó que hasta los 16 años no pudo hablar del tema, que la música le sirvió para poder poner en palabras el dolor y la bronca que sentía, que luego le sumó la militancia en H.I.J.O.S., donde fundó la comisión de escraches a genocidas. Y que cuando las puertas de la Justicia se abrieron nuevamente, decidió abrir las suyas a su propia historia.

— ¿Cómo decidiste iniciar la denuncia por la desaparición de tu papá?

— Nuestro discurso en H.I.J.O.S. sobre los escraches era que nosotros buscábamos la condena social para que la presión social genere de vuelta la condena legal y que estos monstruos vuelvan a la cárcel. Así que la Justicia siempre fue uno de mis objetivos. Cuando tocó, hablé con mi tío, y a partir de lo que me contó entrevisté a los involucrados. Hablamos con el resto de la familia, mi abuela sobre todo, y decidimos hacer la querella. Fue un paso importante hacia el interior de nuestra intimidad también.

Ante el tribunal, D’Alessio se tomó más de una hora para narrar el camino que recorrió hasta llegar a ese momento. Recién ahí, habló de los «hechos». El 27 de enero de 1977, Alfredo D’Alessio tenía un cita de la que iba a obtener los pasaportes necesarios para que su hermano José Luis y su sobrina Malena pudieran salir del país. Pero la cita estaba envenenada. Los subieron a dos autos, fueron hasta su oficina y cargaron a su secretaria, María. En el camino se encontraron con el «Bebe», a quien los represores redujeron. El próximo destino fue la casa de les abueles paternos de Malena, que estaban cuidándola a ella y a su prima Florencia. Ambas tenían apenas más de dos años. La patota se llevó a todos, esta vez en un camión. Malena se quedó con un detalle que le contó su tío: «Mi papá me agarró en brazos y me dio un beso, supongo que despidiéndose de mí».

El primer destino de todos fue un lugar «cerca del río», donde les abueles y las bebas permanecieron un día. «Nos largaron al día siguiente cerca de Plaza de Mayo», apuntó la cantante. A Alfredo, a «Bebe» y a Jorge –el otro tío de Malena, también secuestrado– los llevaron al Pozo de Quilmes. De allí, salieron con vida Jorge y Alfredo, quien vio a su hermano encerrado en un calabozo «muy golpeado». Nunca más apareció.

El testimonio de D’Alessio evidenció el efecto en continuado que el terrorismo de Estado tiene sobre las personas que rodean a les detenides desaparecides: familia, amigues, compañeres de militancia. En un pasaje de su exposición, mencionó que tras conocer la historia de su papá, decidió hacer un homenaje y un documental con los testimonios de quienes lo conocieron durante su militancia. Aún no lo terminó. Lo que también demostró es el límite del proceso de judicialización de los hechos del genocidio.

–¿Sentís que el juicio deja afuera lo que ha sufrido tu familia? Tu secuestro y el de tu prima, además, no están incluidos.

–Sí, en un momento durante mi testimonio lo dije. La tortura a un ser querido se ha prolongado en mí. Cuando dije que cada vez que siento un dolor físico pienso en lo que debió haber pasado mi papá, y que el no saber, el imaginar cómo sufrió mi papá, es una tortura extendida para mí es algo que no había compartido nunca con nadie. Y me pareció bien decirlo en este ámbito. Porque una de las preguntas que me hizo el abogado fue cuáles eran las consecuencias que el secuestro había tenido en mí. Ésa es una gran consecuencia.

— ¿Fue reparador testimoniar?

— Fue muy intenso. Pero me siento contenta de haberlo hecho, de haber podido transitarlo y aportar para que esa generación, la de mi papá, trascienda del lugar de víctima. Poder traerlos al presente como lo que realmente eran, su fuerza transformadora y potencia. Quise conectar la lucha de aquellos años con la actual, y ver cómo esa generación aún tiene lo que tiene para decirnos. Entender que todas las luchas actuales, la ambientalista, la antirracista, la feminista y por supuesto la de clases, tiene todo que ver con lo que esa generación legó y cómo desde la historia dialoga esa generación con nuestro presente y futuro. Es el mejor homenaje que podemos hacerles.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/515639-malena-dalessio-y-la-intimidad-del-genocidio